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MISION DE CUMANA.—CAPITULO iii 57 devoradores de carne humana, en cristianos prácticos cumpli- dores de los nobles sentimientos que impone la gratitud y ca- ridad para con sus hermanos. 11. Este amor y afecto de los indios hacia sus bienhecho- res fité la mayor recompensa y galardón que recibieron en es- te mundo los Misioneros en pago de sus trabajos y sacrificios heroicos (1). "Paraprueba del amor que ya tienen aquellos bárbaros a nuestros religiosos, referirá en este lugar algunos casos particulares. El pri- mero, el de un indio llamado Aguacayrna, Cacique valeroso y de mu- cho nombre entre aquellas bárbaras Naciones, el cual cobró tan singu- lar afecto a nuestros religiosos, que fabricó su casa inmediata a la nuestra, y reprendía a los indios que iban sin licencia de la Misión a cazar a un pueblo abundante de caza, cual es la cueva (le Guácharo, porque decía que aquella caza se nos debía de dejar para nuestro sus- tento, y si venía algún indio forastero y luego que llegaba y antes de volverse no iba a tomar la bendición a los religiosos, les daba una gra- ve reprensión. Pagóle luego nuestro Señor esta su devoción a este ja- dio, porque, habiéndole dado mal de muerte y estando bien catequi- zado y dispuesto (a lo que se pudo colegir) recibió el Santo Bautismo y pasó a la vida inmortal. Otro indio infiel, llamado Guayana, nos cobró tal cariño y amis- tad que, dejando a sus padres, parientes y sementeras, se vino a nues- tra casa, de donde no era posible separarlo, como ni tampoco del ejer- cicio de barrer y limpiar las oficinas, y aun por no dejar de acudir a este ejercicio, se excusaba de hallarse en las fiestas y banquetes que en sus tierras celebraban sus parientes; y, finalmente, después de al- gunos días le premió Dios con el descanso eterno (según buenas pre- sunciones) del cual fué a gozar, muriendo en nuestras manos acabando de recibir el Santo Bautismo. A otro indio llamado Poye, que era Cacique principal (y luego que oyó predicar a nuestros religiosos, dejó dos mujeres de tres que tenía) preguntándole un día cómo estaba, respondió: Estoy con tan- /os cuidados, que no me dejan dormir ni sosegar. Y volviéndole a pre- guntar de qué tenía tales cuidados, respondió diciendo: Que de ver que los religiosos están faltos de bastimentos. Y eraverdad, porque se pa- (1) Carta al Marqués de Aytoria. —Después de referir los frutos copiosos conseguidos entre los indios por la predicación de los Capu- chinos, repitiendo los conceptos contenidos en la Relación a los Car- denales, trata el P. Carabantes del amor de los indios a los Misioneros; relata después algunos casos de singulares conversiones, y termina na- rrando muchos prodigios extraordinarios de los Religiosos, que han importado no poco para ayuda de la salvación de las almas.

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