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MISION DE CUMANA.—CAPITULO II 41 tes y pasó a los Caribes del río Guarapiclie, padeciendo tantos trabajos que no es fácil ponderar (1). Al mismo tiempo que este religioso empezó su viaje, sa- lieron otros dos Misioneros, acompañados de algunos indios también de Santa María, y tomando otro rumbo, bajaron por el valle de Caripe en dirección a los Caribes del río Arco, y el río Amana. En este viaje hallaron una niña casi expirando; la bautizaron y luego murió: parece que Dios los llevó por aquellos lugares para salvarla. Fueron muchos y grandes los trabajos que padecieron los dos Religiosos en esta expe- dición, que duró casi un mes, vagando por aquellos montes sin caminos, ni más alimentos que las frutas silvestres y algo que les daban los indios. Uno de ellos, en fuerza de las privaciones y el cansancio, se enfermó de tal gravedad, que se preparó para morir. Em- prendieron el regreso ,a Santa María, pero con tanto trabajo, que cuando sólo faltaba un día de camino, se hallé imposibi- litado de dar un paso más, sin tener el compañero dónde pe- dir algo de comer, para reponerlo de su gran debilidad; am- bos Religiosos estaban muy afligidos, el uno de verse morir sin remedio, y el otro, de pena por no poder socorrer a su hermano en tan extrema necesidad. En tan difícil situación, despachó al indio que les acompañaba a la Misión de Guácha- ro, para que trajera la Santa Unción y algún remedio y ali- mento para el enfermo, al mismo tiempo que acudían a Dios en fervorosa plegaria para que los socorriera en tan grande necesidad. Partió el indio a toda prisa; entretanto, el enfer- mo, ayudado de su compañero, se levantó del suelo, y arri- mado a él, empezó a dar algunos pasos para buscar un lugar (1) "Encontró en esta jornada a un hombre blanco, holandés o inglés; este tal estaba muy bien admitido entre estos naturales, por haberles persuadido, que tenía un remedio con el cual remozaba la gente, y de viejos los volvía mozos: era el remedio ciertos polvos y ungüentos, con los cuales les daba por todo el cuerpo, y corno debían tener mucho de cáusticos, les hacia levantar todo el cutis, y se les iba cayendo, con lo cual les salía otro; y les decía que con eso quedaban renovados; con que los mentecatos se lo creían, y le tenían muy gas- toses en su compañía para ese efecto. Pero él, después que estuvo el religioso por aquellos paises, trató luego de irse temiendo a los es- pañoles; y no se tuvo de él más noticia". (Relación cit., p. 91).

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