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MISION DE CUMANA.—CAPITULO II 39 plaza, y cuando les parece, arriman el pobre indio a un palo, en el cual le amarran, y estando así, siempre en medio de los dos caribes, el ter- cero, hecha primero algunas ceremonias, llega con un garrote, que llaman macana, y le dan un golpe en cada sien, de que queda el indio aturdido, y al punto, uno de los dos caribes que tenía al lado, acude con un espadín, y le corta por el pescuezo o cogote el cutis, y tiran- do de él fuertemente, le trae o arranca todo el cuero de la cabeza has- ta la frente, y se lo deja con él cubierta la cara; a todo esto está vivo el pobre indio. Hecha aquella diligencia, sale el tercero caribe, y con otro espadín le corta los brazos, piernas, etc., y lo va haciendo peda- zos; y otros se lo ponen luego a asar; y de este modo van haciendo los demás. Cuando por la prisa, o porque los enemigos les resisten en ss guerras, no pueden coger los cuerpos de los muertog enteros, les cortan a lo menos un brazo o una pierna, y eso llevan para comer...... En cierta ocasión, un religioso Capuchino andaba buscando por estos montes almas que traer a su población; llegó a casa (le ciertos ca- ribes, y así que vieron a un indio que acompañaba al religioso, trataron (le comérselo; y el desdichado indio, como les entendía a los caribes la lengua, afligido acudió al Padre; refirióle lo que los bárbaros trata- ban; consoló al indio, y dijole que no temiera yendo en su compañia, que antes le comerían a él, que no le hicieran el menor daño; y les em- pezó a hablar el Padre a los caribes de modo que amedrentados de sus palabras, y principalmente de Dios, todos desampararon su casa, y en ella se (tejaron al Padre con su afligido indio. Antes que los religiosos hubieran entrado a reconocer la tierra, para primero explorar los ánimos del gentío, enviaron tres o cuatro in- dios, que entendían y hablaban la lengua cariba, para ver si por su medio se podía hallar alguna entrada; llegaron los dichos indios a ca- sa (le los caribes, dieron su embajada de parte de los Padres, oyéronla, y al anochecer, vieron que los caribes de uno en uno se venían a don- de estaban los indios, y los palpaban los brazos y piernas, como pro- bando si estaban gordos; y uno de los caribes dijo: Es posible que ten- gamos aquí nuestras comidas, y que nos las comamos. Apenas oyeron esto los desdichados indios, cuando quedaron cual se puede imaginar; quiso Dios que los caribes se pusieran a dormir, y los indios aquella misma noche, como pudieron, se huyeron, por escapar la vida que tu- vieron por cierto perder. Son tan inhumanos estos bárbaros caribes, que en cierta ocasión me refirió un español, con harta lástima y compasión, que había en- contrado en un camino cerca de nuestras Misiones a unos caribes, los cuales llevaban a dos niños hasta de edad de cinco años, donosísimos, y muy gorditos; preguntó a los caribes a dónde iban, y ellos respon- dieron iban a una borrachera o bebida, que se hablan de tener en casa de otro caribe, y llevaban aquellos dos niños para allí comérselos.

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