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360 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA Las vegas de los ríos son muy extensas y a propósito para grandes arboledas de cacao, como se ha comprobado por la experiencia, en las pequeñas plantaciones que hicieron los primeros pobladores que se establecieron en aquella región. Las serranías producen todo género de granos y legumbres e igualmente yuca y ñame y otros tubérculos estimables. Hay además abundancia de minas de oro, plata y cobre, cuyas ve- tas se prolongan por la misma cordillera hasta Pamplona en todo su macizo. A espaldas cíe esta cordillera está el valle de Upar, y por la parte Norte los indios Goajiros, los Cocinas y los Atiles; por el Sur está la villa de Ocaña. Todos estos valles gozan de la fertilidad y abundancia de dicha sierra, especialmente los que están más inmediatos. El valle de los Maquaes, en el cual está fundada la Misión, viene a caer en la medianía de toda esta región, por lo tanto, pueden disfrutar de la ayuda espiritual de los Misioneros infi- nito número de almas de las diferentes naciones, y también los españoles que viven en las costas del lago de Maracaibo. 6. Entre tanto que Fr. Mauro de Cintruénigo y los otros Misioneros que habían quedado de la primera expedición trabajaban sin descanso en el traslado de la Misión de Río Camacho al valle de los Maquaes, como lo había dispuesto en Real orden el Consejo de Indias, logrando establecer defi- nitivamente entre los indios Arotomos y Maquaes en la pro- vincia de Maracaibo, donde fundaron la Villa de los Reme- dios y dos pueblos de indios: el P. Pablo de Orihuela, nom- brado Prefecto de la Misión, reunía en Valencia los nuevos operarios destinados a cultivar la recién fundada Misión; eran éstos los siguientes: Prefecto, P. Orihuela, con los Padres Fr. Lorenzo de Alopuzos, Fr. José de Soria, Fr. Ambrosio de Bel- gida y Fr. Antonio de Ferramunda. Se encaminaron a Sevilla con ánimo de embarcarse en los primeros galeones que salieran para las Indias; juzgando que partirían pronto; pero por varios incidentes que ocurrie- ron, a causa de la guerra de Sucesión, no pudieron conseguir embarcarse en dos años. Encontramos a este propósito en el Archivo de la Biblio- teca Nacional de Madrid dos cartas del secretario del Conse- 2

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