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MISION DE MARACAIBO —CAPITULO 1 351 Concluidas estas crueldades, y aún no saciada su rabia, hi- cieron una grande hoguera, y desnudaron el cadáver del her- mano, lo hicieron pedazos para comérselo en el festín, una parte asada y la otra cocida en grandes ollas que tienen des- tinadas para sus convites; también hicieron abundancia cíe bebida de hierbas y frutas, y con grande algazara se comie- ron el cuerpo del siervo de Dios, y bebieron en el casco de su cabeza. Y fué tal su crueldad que ni siquiera los huesos dejaron para reliquia y consuelo de los religiosos sus com- pañeros, pues no se pudo hallar otra cosa que un huesecillo de la mano, el pelo cíe la barba y el santo hábito, que por sin- guiar trofeo se puso uno de los caciques, y lo llevó puesto hasta que de allí a pocos días lo mataron de un balazo y se lo quitaron los soldados españoles (1). Todos los demás huesos y prendas del santo hermano las quemaron o enterraron en parte donde no pudieron ser halladas, a pesar de haberse he- cho muchas diligencias para encontrarlas. A todo este espectáculo estuvieron atentos y tranquilos el cacique y los indios de aquella ranchería que habían reci- bido la tarde anterior a Fr. Gregorio, temerosos de que al terminar el sacrificio del siervo cíe Dios la emprendieran con- tra ellos y los hicieran a todos pedazos y los redujeran a ce- nizas; pero no les hicieron daño alguno, ni siquiera les ha- blaron palabra. Después de la fiesta en que se comieron los restos del religioso, recelaron de lo que les podría suceder, y se fueron retirando por varias sendas y quebradas para escon- derse en sitios ocultos y fragosos donde no pudieran ser ha- llados. No habían pasado cuatro días después de la partida del hermano, cuando se apareció el perrito en la Misión donde habían quedado los Padres, transido de hambre y dando las- timeros aullidos, indicando en el modo que podía, con su ins- tinto, la muerte del bendito varón y su sentimiento. 7. Salieron luego los españoles que se hallaban en la fun- dación a registrar el camino, para ver si venia el hermano o adquirir alguna noticia; y viendo que nada se podía saber, (1) Estas reliquias se guardan, según Anguiano, en la Iglesia Ma- yor, con las cuales se han obrado notables maravillas.

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