BCCCAP00000000000000000000504

350 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA pusieron en frente a la casa donde estaba alojado el bendito Hermano. Desde allí mandaron un recado al cacique dicién- dole que se previniera él y los suyos, porque a todos los ha- bían de matar o quemar vivos en sus mismos ranchos, por ha- ber recibido en sus tierras y casas al Misionero. Respondió el cacique que el religioso había venido sin ser llamado ni avisar de su llegada, y que ya le hubieran quitado la vida a no haber experimentado que era un hombre bueno, que los que- ría mucho y les enseñaba cosas buenas y los defendería (le sus enemigos. Volvió el mensajero con esta respuesta a tiempo que el enemigo se iba acercando a los ranchos, y oída por el cacique principal, movieron grande algazara de voces y gritos, aproxi- mándose de mano armada a la casa en que se encontraba Fr. Gregorio, el cual, reconociendo el designio que traían de qui- tarle la vida, encomendándose a Dios, tomó en la mano el Santo Cristo y, con gran fervor de espíritu, les salió al en- cuentro y procuró sosegarlos, dándoles a entender, para que no hicieran daño a los que le habían recibido, que él había venido a sus tierras únicamente para darles a conocer el Cria- dor de todas las cosas, y enseñarles a todos e1 camino de la salvación eterna. A todo se hicieron sordos y llegándose au- dazmente, le echaron al cuello una soga gruesa con un lazo corredizo, y por buen trecho lo llevaron arrastrando hasta el pie de un árbol, donde lo amarraron, y estando así, sin po- derse mover, le dieron muchos golpes y puñadas, y no con- tentos con esto le dieron trienta lanzadas, que acribillaron su cuerpo. En todo este tiempo no dejó el siervo (le Dios de predi- carles, hasta que falto de aliento, al cabo de un buen rato, y después de tormento tan cruel, reconociendo los bárbaros que aún estaba vivo, llegó a él uno de los caciques, y con un ma- chete le cortó la cabeza y la puso por trofeo en la punta de su lanza, y con ella, siguiéndole los demás, dieron la vuelta al- rededor del árbol, dando voces, cantando r bailando para ce- lebrar la fiesta. Después de esto, despedazaron la cabeza e hicieron de ella taza para beber, costumbre muy antigua en- tre ellos para mostrar que se han vengado de sus enemigos y hacer alarde de su valentía.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz