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MISION DE GUAYANA.—CAPITULO XIII 339 que un estado social desenvuelto en tan grande escala había de imprimir una existencia peculiar a los pueblos inmedia- tos, aunque no fueran de Misiones. Con una sola excepción estaba prohibida la cría de ganado a los vecinos de la villa de Upata, formada con familias de Araya; en compensación po- dían dar a sus empresas agrícolas la extensión que les convi- niese, teniendo a la mano con toda seguridad y economía el elemento de brazos. El agricultor contrataba con el Misione- ro que quería el número de brazos que necesitaba, y éste le re- mitía puntualmente su tanda, que era relevada cada mes; el mismo Misionero recogía los salarios y pagaba a los indios en aquellos artículos que necesitaban para sí o para su familia, o para sus labranzas. De esta sabia manera, si el peón indio no podía ser estafado, el agricultor estaba dispensado de ser- virse de manos esclavas para garantir sus sementeras y ha- ciendas. Después (le la degollación de los Padres Capuchinos, los indios, que no senlían ya su benéfico influjo, se fueron a sus montes; sin los indios, alzáronse los ganados y bestias, y sin las tandas, 1cm agricultura desapareció. Y en el voraz incendio de ese cataclismo social, las ricas alhajas de los templos, junto con los más humildes artefactos, o desaparecieron o fueron destruidos. Así perdióse para siempre la obra más singular y gigantesca de la piedad religiosa. Singular bajo todos los puntos que se la considere; gigantesca bajo todas sus formas y consecuencias. Al furor de la destrucción sucedió por fin el cansancio, y debióse a éste el que se perdonasen los fragmentos. De los extensos rebaños de las Misiones, formáronse después dos ha- tos: el uno, en el interior, compuesto de lo que quedaba de las antiguas fundaciones de Tupuquen, Carapo, Miamo, Cumamo, Tumeremo y Cura, fué cedido, junto con el despacho de coro- nel, al señor James Hamillon, en pago de los empréstitos que hizo para el sostenimiento de la guerra. El otro se formó re- cogiendo en Carichapo los ¡'estos del que fué tan rico de La Pastora, de Santa María, Palmar, Guasipati, Puedpa, Ave- Chica, Guri, Caruachi y Caroní; fué vendido al señor Uzcáte- gui, y, pasando después de mano en mano, desapareció a su

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