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333 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA espacio de tiempo la obra de siglos; desde hacer comprender al salvaje la existencia de un Dios y sus preceptos revelados, hasta hacerle aceptar y estimar una legislación civil referente al más alto grado de cultura; desde acostumbrarle a que se avergüence de su desnudez, hasta forzarle (1 tejer sus propios vestidos, después de haber él mismo cultivado las plantas, co- sechado los frutos y beneficiado las materias primas. Las tribus errantes de aquellos desiertos se transforma- ban bajo la dirección del Misionero en bonitas poblaciones con hermosos templos y casas numerosas y bien construidas, cubiertas de teja. Las crías de ganado, la agricultura, los ar- tefactos, la política severa, el buen gobierno por todas partes, parecían indicar una civilización de muchos siglos, donde no lo era sino del momento. El Misionero tenía que pesar sobre el salvaje como el yunque sobre el metal crudo, o que mor- der cii la barbarie como los reactivos del químico en los cuer- pos extraños que adulteran el metal precioso, y para esto ne- cesitaba de un sistema social no parecido a los que hasta en- tonces se conocían. No es del caso referir las diversas disposiciones con que los Misioneros catalanes llegaron a conseguir este grande éxi- to, cifrado casi enteramente en la interdicción completa de sus pueblos de toda persona que no fuese funcionario de la Com- pañía o que no viajase con su autorización; sólo los Misione- ¡'os, los mayordomos de los halos y los maestros de aquellas artes que querían introducir eran españoles; 10(10 lo demás lo sacaban de su propia conquista, y cada vez la intervención de aquéllos iba siendo menos necesaria. Era en ese vasto y potente laboratorio que el hombre sal- vaje se transformaba en hombre civil. El número de 16.600 indios que habitaban pacíficamente estas Misiones a fines del siglo pasado, con el de 60.000 cabezas de ganado vacuno a que habían hecho ascender las 90 vacas y 10 Loros que fueron lle- vados de la provincia de Barcelona, pueden medir, aunque li- geramente, los esfuerzos de aquellos Padres (1). Es preciso (1) En la Memoria presentada por el P. Prefecto Fr. Fulgencio de Barcelona el 13 (le octubre de 1816, y reimpresa por D. Andrés E. Leve! en 1849, aparecen 21.246 indios; de las cabezas de ganado, nada de cierto.

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