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34 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA La religión de estos pueblos va mezclada con Ja magia y superstición; por eso creían a sus sacerdotes dotados de poder extraordinario para dominar los elementos y curar todas las enfermedades, pues para ellos la muerte nunca era una cosa natural, sino producida por maleficios causados por el genio del mal o por enemigos del difunto. No hay entre ellos organi- zación social, autoridad o justicia de ninguna clase; sólo los contiene un poco el temor de la venganza de los parientes, que raras veces dejan de castigar, más tarde o más temprano, al que ha cometido algún crimen. Viven en chozas, situadas casi siempre en las riberas de los ríos, donde abunda la caza y la pesca, y en vez de habitar los llanos prefieren los montes inaccesibles y escarpados, para defenderse de otros indios enemigos y de las fieras, donde moran en suma libertad; sus casas son chozas de palos, que ponen en forma de tijera, cubiertos con hojas de plátano o palma. De esta libertad en el vivir proviene en gran parte la dificultad de reducirlos a población, pues, acostumbrados a la soledad del bosque y a la ociosidad e independencia sal- vaje, en que siempre han vivido, no quieren sujetarse a nada ni a nadie. cuyos conjuros decían que ahuyentaban los genios del mal, causa de la enfermedad; otras veces, cocían, bajo los pálidos destellos de la luna, variedad de hierbas, y untaban con este liquido a los que querían pre- servarse. Explotaban la credulidad de los indios (le una manera que parece increíble. Teniendo en cierta ocasión que ausentarse un Piache de su rancho, cruzó unos hilos en las puertas, diciendo que quien los tocara quedaría al instante paralítico; queriendo un Misionero desmentir tal patraña, penetró en la casa delante de una muchedumbre, sorprendida del atrevimiento, que esperaba quedaría para siempre tullido. Otro Piache anunció a los moradores (le su pueblo que los hombres se con- vertirían en mujeres, y éstas en hombres, si él no lo remediaba. Una vieja (pues a veces también las mujeres se iniciaban) persuadió a mu- chos que haría venir por unas asperísimas montañas grandes bajeles cargados de riquezas, para repartirlas entre sus seguidores, y que transformaría en monos a los españoles. Estas y otras muchas imposturas, transmitidas por los PP. Taus- te y Anguiano, nos demuestran hasta qué grado habla llegado la in- fluencia de los Pinches y la fe que en ellos tenían los indios.

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