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334 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA su destrucción; escribiendo el 10 de febrero de 1817, ocho días después de haber penetrado en aquel rico territorio (1) : Este país presenta un aspecto risueño por su abundancia, riqueza e inocencia; sus poblaciones y campos están cultivados. Aquella asombrosa riqueza fué acumulada en menos de un siglo por el trabajo, economía e industria de los Misione- ros, secundados por los indios, que lograron convertir aque- llos incultos e inaccesibles bosques en fuentes de producción agrícola y pecuaria, al mismo tiempo que pasaban los indios del estado salvaje a la condición de pueblos civilizados y prós- peros que disfrutaban de envidiable bienestar. 7. Y todo ese capital de cultura moral, física y material, acumulada a costa de tantos sacrificios, todo desaparece en pocos meses. Desde el momento en que fueron aprisionados los Misioneros, los indios quedaron cual ovejas sin pastor y comenzó la desbandada, y ésta se hizo general cuando el 7 de mayo fueron ultimados los abnegados Religiosos que habían sido sus natos protectores. Entonces, como las palomas al ser perseguidas de los cazadores remontan su vuelo y huyen a los solitarios bosques, así los indios, cuando perdieron a sus Mi- sioneros, comprendieron que estaban expuestos a muchas ve- jaciones, ultrajes y tropelías de la soldadesca, pues había un ejército permanente en Guayana, y para ponerse a cubierto de todo, huyeron a los montes, de donde habían salido. Así lo afirman los señores Baralt y Díaz en su Historia: Los indios han quedado en una situación poco diferente de la que tenían cuando sus habitaciones no estaban todavía reunidas en tor- no del Misionero. Que fué como decir: que la región del Ca- roní había dado un salto hacia atrás de un siglo. Y se explica perfectamente si se tiene en cuenta que el Misionero era todo para los indios; y muertos los Misioneros, quedaron literalmente sin vida los pueblos, sin que les fuera siquiera posible resurgir, porque los autores de aquel aten- tado no tuvieron con qué sustituir las víctimas. Ya hemos dicho que aun antes de ser ultimados los Reli- giosos, mientras que estaban en la prisióli de Caruache, los je- (1) Memorias de O'Leary, t. XV, pág. 170.

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