BCCCAP00000000000000000000504

324 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA consecuencias para Venezuela del asesinato de los misioneros del Ca- roní.... Sin él ¿a dónde habrían llegado esas regiones para esta épo- ca, dado el rápido progreso que llevaban con la sabia administración de esos Misioneros?... La imaginación no alcanza a comprenderlo ni menos la pluma a describirlo; pero si podemos asegurar, sin temor de ser desmentidos, que ellos hubieran sido la mejor guardia de nues- tro territorio, centinelas avanzados que no hubieran permitido a los ingleses apoderarse de tan ricas regiones; por consiguiente, si la pérdida de ellas se consumare, debemos atribuirla al gran crimen de 1817 y considerar esa pérdida como un castigo". Desgraciada raza indígena, dicen los señores Baralt y Díaz a este propósito (1); la libertad y la independencia con- quistadas en benef icio de todos han sido árboles sin fruto, o de fruto venenoso para ella, pues es vejada, estafada y escar- necida en estos últimos tiempos por las autoridades civiles, apocada por las guerras y enfermedades se acerca cada día más al término de su existencia. Baste decir que la pobla- ción indígena de los Misioneros del Caroní, que a principios del siglo XIX era de 21.246, hoy está reducida a 7.500. Debe- rnos deplorar la completa destrucción de las Misiones, ma- yormente cuando no se han reemplazado con ningún otro me- dio de civilización, capaz de llenar el vacío que dejaron los Misioneros. 7. Terminamos este capítulo copiando lo que a este propó- sito escribió el ilustrado académico de la Historia doctor don Vicente Dávila, el cual, al tratar del oficial trujillano Alonso Uzcátegui, que fué quien condujo a la prisión de Caruachi a ocho de nuestros malogrados Misioneros, se propone justi- ficarlo del crimen del asesinato, y dilucida las responsabili- dades en los términos siguientes (2): 'Piar cumplió con un deber de apresar a los Misioneros (3); has- ta aquí la responsabilidad compartida con Uzcátegui, pelo en la bár- bara ejecución ni uno ni otro tuvieron parte alguna. (1) Historia de Venezuela, p. 276. (2) Próceres Trujillanos, por el Dr. Vicente Dávila, pág. 92.— Caracas, 1921. (3) Quizás hubiera sido mejor para todos dejarlos huir; pues el adagio que dice "A enemigo que huye, puente de plata", es muy verda- dero, y en esta ocasión, dado el carácter sacerdotal de los fugitivos, se imponía; fué una equivocación de Piar encarcelar aquellos beneinéii- tos religiosos.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz