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MISION DE GUAYANA.—CAPITULO XII 317 res de los sucesos y con vista de documentos inéditos, por lo ctial la reputamos la más completa y verídica. I3aralt y Díaz lo refieren así: "Cuéntase que cuando Bolívar tuvo sus primeras vistas con Piar en Guayana y supo la prisión de los padres (los Misioneros del Caro- ni), prorrumpió con harta indiscreción en estas palabras: "Y por qué no los han matado?" No fué necesario más para que dos oficia- les venezolanos que aún existen los hiciesen DEGOLLAR BÁRBARAMENTE en Caruachi por una partida de indios reducidos, mortales enemigos de aquellos infelices. El Libertador, cuando supo lo ocurrido, conci- bió de ello grande sentimiento, y es cierto también que los asesinos procedieron sin orden de ninguna autoridad, llevados de un impulso sanguinario muy común por desgracia en aquel tiempo. Si las pala- bras que dejamos estampadas se vertieron, puede que aquellos dos mi- serables las interpretaran como un deseo de Bolívar y se dieran prie- sa de cumplirlo; más de cualquier modo, un ejemplar castigo ejecu- tado en ellos debió lavar la mancha que tan abominable crimen dejó impresa en el ejército, y es penoso decir que NUNCA SE PENSÓ EN IMPO- NERLO A SUS AUTOIES". La interesante y detallada relación del señor Duarte Level forma parte de una serie de artículos históricos que publicó recientemente y con el titulo de Los Capuchinos dice así: "El 6 de fébrero de 1817, a las 8 de la mañana, ocupó Piar la villa de Upata. Las fuerzas realistas que cubrían a Caroní y a San Joa- quín y alcanzaban a 200 hombres en su mayor parte indios, abandona- ron todo el territorio y fueron a refugiarse a Guayana la vieja. Las afamadas Misiones caian en poder de los republicanos. Eran 29 pueblos gobernados espiritual y temporalmente por 41 misioneros catalanes. Tenían un Prefecto y dos Conjueces electos capitularmente y un Procurador General que era el defensor nato de los indios redu- cidos. Estos apenas entendían el español. Aquellos misioneros no tenían otro lema que Dios y el Rey: nada los detenía para servir a su causa. En 1795 hizo Fray Félix de Tárraga un viaje penosísimo al Interior, hasta las orillas del Moroco, con el objeto de observar los mo- vimientos de los ingleses por esta parte. Trataban a los indios con dureza para obligarlos al trabajo; y es fama que últimamente los capuchinos relajaron mucho sus costum- bres (i) (1) Estas son probablemente imputaciones que no pueden ni de- - ben aceptarse sin pruebas por ser enteramente contrarias a Ja buena fama de que gozaban los misioneros en todas partes. En lo del mal- trato hay sin duda exageración y en lo de relajación (le costumbres habría uno que otro caso que no puede aceptarse como regla y como un cargo a toda la Camunidad. (Nota de esta disertación).

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