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MISION DE CUMANA.—CAPITULO 1 31 do siempre armas, para defenderse de los indios salvajes y de las fieras, pues a veces se dió ci caso (le arrebatarles los caballos mientras descansaban por las noches. El país es en gran parte llano, con elevadas montañas cu- biertas de variadísirnas especies de árboles, unos cargados de ricos frutos y otros de maderas muy útiles y apreciables, co- mo los cedros, que son elevadísimos y muy gruesos, la caoba y palo santo; otros están siempre floridos y con fruto a la vez, como el cacao, el naranjo, el limón y todos los de la zona tro- pical. 9. El clima, en general, es cálido y por esto sin duda los indios andan desnudos; se pintan ci cuerpo con un betún rojo, en el cine suelen dibujar varias figuras; horádanse la ternilla de la nariz y el labio inferior, para ponerse unas planchitas que llaman chagualas. Son dados en extremo á la embria- guez, vicio entre ellos muy arraigado y causa de muchos crí- menes, pues guardan para sus fiestas los odios y venganzas, por lo cual asisten todos los hombres armados, unos con lan- zas, otros con arcos, flechas o macanas; en ellas se juntan muchos de diversas partes, presentándose pintados en todo el cuerpo y con muchos adornos de plumas, abalorios y guir- naldas, formadas de uñas y dientes de leones y tigres que han matado. Estas fiestas son entre ellos muy frecuentes, pues las organizan con cualquier pretexto, abundando siem- pre las bebidas; cuando hacen casa, convidan a las familias de los indios que les han ayudado, como pago de su trabajo; cuando el jefe de la casa regresa de un viaje largo, se celebra con una fiesta; cuando les nace el primer hijo, otro jaleo; y como son flIUcl1aS las familias que se reunen para estos rego- cijos, resulta que en una u otra parte siempre están de zam- bra, porque cada fiesta dura dos o tres días, hasta que se ter- minan todas las provisiones de comida y bebida y se embria- gan todos, hombres y mujeres, y después que pierden el sen- tido, se entregan a todos los excesos, no respetando ni siquie- ra el parentesco más próximo y natural, ni la inocencia de los pequeños; pues ni tienen idea del decoro y del pudor, ni aprecian la virginidad ni la fe conyugal, como se ha obser- vado en otros pueblos, de los más atrasados del mundo. En estas ocasiones es cuando corren más peligro los Mi-

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