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304 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA mosna aquellos Misioneros y hacendados, las cuales condu- jo con grandísimos trabajos a su Misión. Con este ganado y el auxilio personal que les prestó el Gobernador de Cumaná, don Agustín Arredondo, yendo él mismo a recoger los indios e instalar a los Misioneros en Gua- yana, con su pequeño hato en las montañas y Misión de Santa María de Yacuario, y otros donde había pastos abundantes y montes para las labranzas de los indios, lograron así resolver la cuestión económica, que era la más apremiante. Para vestir los indios, hicieron después plantaciones de algodón y enseñaron ellos mismos a las indias a hilar y les pusieron telares, con lo cual resolvieron el difícil problema del vestido. En cada pueblo de Misión, donde había pastos, tenían un hato de ganado y labranza en común, además de las particu- lares que tenía cada familia de indios; en las siembras comu- nes trabajabn tres días a la semana los indios que estaban en condiciones de poder hacerlo, devengando el jornal que estaba señalado y trabajaban solamente en la mañana desde las seis hasta las diez; en la tarde, y los otros tres días, se o- cupaban en sus propias labranzas (1). Con lo que se cosechaba en estas labranzas comunes y en los hatos, se pagaban primero los jornales de los indios que habían trabajado, con lo demás se atendía a las necesidades de la Misión, y lo que sobraba se mandaba a la Procuraduría, que estaba en Caroní, de donde se surtían la ciudad de Angos- tura y las tropas de los castillos, y el resto se exportaba a Tri- nidad, y con el producto se obtenían las cosas que faltaban en la Misión, como herramientas y otros utensilios. Cada familia tiene sus bestias y otros bienes propios, de los cuales disponen libremente; hacen hamacas, venden cera y aceite de tortuga y sabían, además, fabricar un específico para combatir las fiebres¿lue llamaban Amargo de Angostura. Para transportar a la Procuraduría de Caroní los produc- tos sobrantes de cada Misión, tenían en todos los pueblos re- cuas de mulas de carga y al regresar llevaban las cosas de que tenían necesidad. Por eso dijo don Eugenio Alvarado, (1) Humboldt, Voyage, t. II, p. 75 y sigs.

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