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MISION DE CUMANA.—CAPITULO 1 29 bajas, debido a las guerras y pestes: tuvo principio el 19 de julio de 1660, y está situada, como hemos dicho, en la falda del mencionado cerro Guácharo, célebre en la gentilidad por las supersticiones que de él fingían los agoreros y piaches (1). Los naturales de esta Misión han manifestado siempre mucha lealtad y cariño a los Misioneros, empleándose en di- versas ocasiones en perfecto servicio a nuestro Soberano, co- mo lo hicieron en los años de 1674 y 1718, cuando se levanta- ron los Caribes coaligados con los franceses y Chaymas quie- nes destruyeron algunas Misiones de Los Llanos y las de Cu- maná ,en cuyo tiempo estos indios fieles hicieron guerra a los rebeldes, defendiendo con valor su Misión y a los Misioneros. Y en una entrada que hizo el Maestre de Campo, D. Sancho Fernández Angula, le acompañaron sirviéndole de escolta, debiéndoseles el feliz éxito de la expedición. (1) "A la falda del gran cerro del Guácharo hay otro cerro de menor grandeza, que tendrá como media legua de largo; este cerro, naturalmente, está todo minado, haciendo ji.na cueva muy grande al modo de una nave de una iglesia muy grande; su puerta es mayor que la de una gran ciudad. A las primeras veces que uno entra por ella, por lo horroroso se le erizan los cabellos; de lo más alto de la bóveda están pendientes unos peñascos de extremada grandeza, los cuales desde abajo parecen se tienen de débiles cimientos, que parece causa espanto a los que entran, pareciéndoles estar para caer sobre ellos. A la perspectiva en dichas peñas se perciben varias figuras de am- males; y de lo más interior de dicha cueva sale un dilatado arroyo de agua por la puerta; hay en dicha cueva una infinidad de pájaros noc- turnos, grandes como gallinas, de tal calidad que cuando salen a bus- car su sustento, que es a la noche, parece una espesa nube de pája- ros, y toda la noche se ocupan en entrar y salir con desapacible can- to.. . . Acerca de esta cueva se dicen bravos disparates; los indios de este país, instruidos de los Pinches, entre otras cosas, dicen que las almas de los indios, en muriendo, van a esta cueva". Rionegro, Relación citada, pág. 75. Ciertamente, se siente pavor la primera vez que se entra en esta cueva, poi el imponente aspecto (le la gruta, de cuyo techo parece que se desprenden enormes peñascos, que no se acierta a comprender cómo se sostienen; el pico está erizado de estalagmitas de todas clases y tamaños, que se unen con las estalactitas que penden de la bóveda, formando caprichosas columnas y oscuras cavernas, en las que se guarecen innumerableN alimañas y sabandijas, fieras salvajes, y sobre todo multitud de aves, que anidan en las hendiduras de las piedras. Allí se escucha un desagradable e ingrato ruido, confundiéndose el graznido del pájaro con el silvo de la serpiente y el aullido del tigre y demás bestias: el eco de esta algarabía resuena en las diferentes bóvedas de los senos y oquedades de la gruta, repitiendo indefinida- mente aquella macabra música, a lo que se junta el fuerte murmullo del torrente de agua, que cae de lo alto de la caverna formando vis- tosa cascada.

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