BCCCAP00000000000000000000504

262 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA Misión, que fundaron para esa época los Capuchinos del Ca- roní; once pueblos de Misión que tenían los Franciscanos en el valle de Caura; treinta pueblos que asistían los Capuchinos Andaluces en el Alto Orinoco, Río Negro y Pádamo Alto, más cinco dejados por los Jesuitas. Estos pueblos se aumentaron después, y llegaron a fines del siglo XVIII a un centenar, pues los Capuchinos del Caroní tuvieron treinta pueblos, y los Franciscanos del Caura aumentaron otro tanto. Tan brillante éxito conseguido en menos de medio siglo hizo concebir grandes esperanzas al Gobernador Centurión, como se puede ver en las notas que dejó escritas (1): "La naturaleza hizo precisamente dependientes de la provincia de Guayana, a las internas Barinas, Llanos del Meta y Casanare, al vasto territorio desierto que media entre estos ríos, el alto Orinoco, Casi- quiare, Río Negro y la Cordillera oriental del reino de Santa Fe, co- mo igualmente a los llanos o parte interior de las provincias de Ve- nezuela y Cumaná; pues cerrándolas, o dificultándoles el comercio con las costas (le Cartagena, Santa Marta, Maracaibo y Cumaná, por una cordillera de montañas, casi intransitables que las separa de ellas, la abrió natural y cómodamente con la de Guayana, por medio de la facilísima navegación (le los nos Orinoco y sus confluentes Meta, Ca- sanare, Apure, Santo Domingo, Inirida, Bichada, Guaviari, y demás que manifiesta el adjunto mapa; pero habiendo tenido estos paises la desgracia de que la provincia de Guayana no haya sido poblada, ni bien conocida hasta ahora, fueron subordinados a dichas costas desde la Conquista. Al Gobierno de Guayana deben agregarse los de las provincias de Barinas, Meta y Casanare; y hacerle Capitanía General dependiente únicamente de la Corte, corno el de Caracas; lo primero porque los que gobiernan dichas provincias, estando subordinadas a Caracas y Santa Fe, tienen su particular interés en que no se introduzca al co- mercio de Orinoco, y sin éste siempre serán infelices desiertos aque- llos paises; y lo segundo, porque ni. el Virey de Santa Fe, ni el Gober- nador de Caracas pueden saber lo que conviene para facilitar la po- blación y comercio del Orinoco, como el que allí manda, y tiene las cosas presentes. Los pueblos que dejaron los Jesuitas, y los que de nuevo se han fundado en el alto Orinoco y Río Negro carecen del preciso pasto es- piritual, y sería indispensable una Misión de veinte y cuatro religio- sos por ahora.. . Termina diciendo que todos los gastos que esto supone, (1) Blanco-Azpurúa, Documentos, t. 1, págs. 191-3.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz