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26 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA FA gún resultado práctico, eran más que suficientes para llevar el desaliento al ánimo de los más valerosos; con todo eso, antes de tomar la última resolución de retirarse y dejar aque- llos bárbaros en su obstinación y rebeldía, quiso otro de los Misioneros probar suerte y ver si conseguía alguna amistad con ellos, para que cesasen las guerras y hostilidades, y res- tablecer la paz con los españoles. Confiado en la protección divina, cogió por otro rumbo, acompañado sólo de algunos indios lenguaraces, cruzando sierras y montes, y anduvo más de quince días entre bárbaros, rodeado de continuos peligros de perder la vida; sin embargo, agasajando a unos y a otros, y, principalmente, ayudándole Dios, pudo recorrer la tierra explorar los ánimos y conocer los designios de aquellos indios. En una ocasión, entre otras, quisieron de hecho flechar- le y acabar con él; pero, para que se vea la especial asisten- cia de Dios en tales aprietos, y lo mucho que cuida de los su- yos en semejantes ocasiones, sucedió que se llegaron a él más de doscientos bárbaros, y estando todos con los arcos enris- trados y haciendo puntería para disparar las flechas, por or- denación divina se hallaron tan sin fuerzas y como sin bra- zos, que no pudieron disparar ni una siquiera. Admirados los indios del sucesos no sólo desistieron de su propósito, sino que se fueron apartando de aquel sitio, y dieron lugar para que el Misionero se retirase y pudiera volver a Cumanacoa, en donde le esperaban con inquietud sus compañeros. 5. Todos los religiosos insistían continuamente en pedir a Nuestro Señor ablandara los corazones de estos indios, y los ilustrara con los rayos de la luz de que tanto necesitaban; cuando ya estaban desalentados por las dificultades que oponían los indios para reducirse a vida cristiana, creyendo los Misioneros que no podrían hacer fruto alguno entre ellos, ino- pinadamente y contra toda humana esperanza de remedio, facilitó Dios la entrada a estos indios, doblegando sus áni- mos rebeldes y disponiendo sus corazones, de suerte que los mismos indios corno mansos corderos vinieron a Cumana- coa, para buscar los Padres Misioneros. Se presentó una comisión de indios principales ofrecien- do grande sumisión y paz a los españoles y pidiendo a los
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