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244 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA cuencia no debía haber allí Corregidores que los gobernasen en lo po- lítico por incumbirles esto a ellos como Misioneros. Que esta idea se halla destruida de fundamento, así por repugnar a toda razón que siendo religiosos se ocupen en las materias del gobierno civil, como porque habiendo otros pueblos de indios en las márgenes del Orinoco y Río Negro, mucho más modernos que los cuatro ya referidos, cuya fundación es respectivamente de cuarenta y siete, diez y siete años, se hallan aquellos gobernados tiempo ha en lo político y militar, por cabos y oficiales, sin que se hubiesen opuesto los Misioneros Francis- canos ni los Capuchinos andaluces, confesando todos, a excepción de los catalanes, que el gobierno político de los indios toca a los Minis- tros Reales, y que si en algunas reducciones tienen los Misioneros el manejo y dirección de los cortos bienes de los indios, es porque la po- breza del pueblo no puede mantener Ministro Real, o porque no hay militares bastantes que con sólo su sueldo gobiernen los pueblos. Que si los indios que están en las orillas del Orinoco y Río Negro, se ha- llan gobernados en lo político por cabos-a-guerra, con más razón deben estar los del río Caroni, por ser los primeros que por su situación en- cuentra el enemigo, si ataca aquella provincia, por lo que y en el inte- rin que yo resolvía lo que fuese de mi Real agrado, quedaba con el gobierno militar y político de los enunciados pueblos del Caroni, el ayudante de aquellas milicias Don Diego Rodríguez, sujeto idóneo y de acreditada conducta. En otra carta de veinte y nueve de Julio del mismo año de mil setecientos setenta y uno, acompañada de varios do- cumentos, participa el referido Comandante que los expresados reli- giosos Capuchinos catalanes han insistido en que les es privativo el gobierno político, civil y económico de los cuatro pueblos de indios. Que han procurado inspirar tal desafecto al oficial que envió con el fin de resguardar las provincias, que llegó al extremo de intentar se sublevasen, persuadiéndoles a que no obedeciesen a otro que al Pre- fecto Religioso, y dilatándose en referir los motivos que tuvo para no conceder licencia de venir a España con el fin de instruirse en estos acontecimientos a Fray Jaime Puigcerdá y señor Joaquín Martorel, concluyó suplicando se tuviesen presentes estos hechos, por si recu- rrían dichos Religiosos. En su vista mandé por mi Real Cédula de veinte de setiembre de mil setecientos setenta y dos al citado Gober- nador que no - tomase providencia alguna con los expresados Misio- neros, y cumpliese sólo lo que se le ordenase, y al mismo tiempo en- cargué al Provincial de Capuchinos de Andalucía, como Comisario de las Misiones de Capuchinos Catalanes de la Guayana, me informase los motivos porque no hablan entregado aquellos Religiosos los cita- dos cuatro pueblos, el estado en que se hallaban aquellas Misiones, y si los indios satisfacían los tributos y diezmos. En su cumplimiento el referido provincial de Andalucía, en carta de nueve de octubre si- guiente acompañada de otros documentos, expuso la poca razón que po-

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