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MISION DE GUAYANA.—CAPITULO VI 225 mo de entrada que tiene la Masa común en el modo económico de vivir. El precio del arroz en cáscara es a tres pesos la fanega, y el maíz ocho reales, si bien es cierto que estas dos granjerías pudieran rendir- les mucho más, si se aplicaran a sus siembras, pero se contentan con poco, especialmente en las Misiones de tierra adentro, y sólo en las de las de Suay, Amaruca y Caroni se verifica mayor saca de maíz. El tabaco lo consumen en su uso, y de la pollería aprovechan los hue- vos y una que otra ave si están enfermos; esta última rinde la granje- ría de vender algunos pollos o gallinas a dos reales en moneda co- rriente a los que las buscan de Guayana u otros pueblos. Algunos de los Padres de tierra adentro, discurro, no se descui- dan de hacer sacar a los indios los apreciables aceites de Carapa y Currucay, que pagan en coletas u otras cosas que ellos estiman, y des- pués se vende el frasco a seis u ocho reales, y si sale fuera de la provincia mucho más; en este arbitrio son igualmente perezosos, pues sin duda se excitarian mucho si lo sacasen, a motivo que va escaso y le solicitan todos, especialmente los extranjeros. Asimismo han tenido en otros tiempos, y hoy no tanto, algunos de los Misioneros, el beneficio y granjería de las hamacas, que resca- taban de la nación Caribe en las entradas de paz, que solían hacer antes de quemar los pueblos el año de 1757, las cuales hamacas se vendían y venden hoy (aunque muy caras) dentro y fuera de las Misiones a siete pesos. GRANJERIAS A BENEFICIO DE LOS INDIOS, INDIVIDUOS ACOGIDOS A LAS MISIONES 5. Residen esparcidos en las Misiones, a más de los soldados que respectivamente tienen de escolta, varios españoles de la provin- cia de Cataluña, unos desertores de navíos y otros que buscan su uti- lidad; éstos logran los víveres para el simple vivir de mano de los Pa- dres, que gustosos se los dan porque les hagan compañía, y ellos siem- bran su tabaco, arroz y maíz, rescatan de las indias con cuentas algún algodón hilado y crían sus gallinas, para revenderlo todo continua- mente a los que vienen del pueblo de Guayana a comprarlo. Estos tales con el permiso del Padre Presidente crían sus potrillos o mulas, que pacen en las sabanas, y después se venden cuando hay ocasión, dentro o fuera de la provincia, y así de mano en mano juntan sus pesos. Los individuos, indios e indias de los pueblos que no son del hato, tienen sus pequeñas granjerías para proveerse de guayucos, anoto y cuentas, y así cogen de sus labranzas algún casabe y maíz, si bien como son tan glotones y no miran por el día siguiente, se lo comen y beben en chieha; pero el que no tuvo este destino, lo venden a los blancos que vienen de Guayana a comerciar con ellos. T. fl.-P. 15

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