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MISION DE GUAYANA.—CAPITULO IV 189 nemigos hasta las vueltas del Torno, en lo más intrincado de la montaña, donde perecieron casi todos; apenas quedó quien trajera la noticia a Guayana, retirándose entonces los pOCOS que habían quedado a las vertientes del Caura. Era la providencia de Dios que despejaba a aquella re- gión después de dos siglos de porfiada lucha. Ahora podían nuestros misioneros y los colonos españoles labrar los cam- pos y establecer hatos de ganado para poder sostenerse, sin peligro de crue los Caribes vengan a robarlos y talar sus siembras. 2. Efectivamente, luego que llegaron nuestros misione- los, fundaron la Misión de la Purísima Concepción de Suay, y al año siguiente recogieron los dispersos de las Misiones an- tiguas en Arnaruca y San Antonio de Caroní. Así lo afirma el P. Benito de Moya en representación al Comisario gene- ral, cuyo extracto es el siguiente (1): "Reverendísimo Padre nuestro: El Prefecto de las Misiones de Guayana, Por si, y en nombre de todos los hermanos y compañeros que en ella residen, representa y da cuenta a V. Evóma. que desde el año 1687 han pasado por orden de Su Majestad cuarenta y seis religiosos Capuchinos de la Santa Provin- cia de Cataluña, a fundar nuevas Misiones en la isla de Trinidad y Guayana. Y con incesante fervor y ardiente celo se han dedicado a los grandes e inevitables trabajos que en estas partes impone la reduc- ción de los indios, gentiles y bárbaros, como lo manifiesta haber muerto veintitrés de ellos, unos a consecuencia del sumo e incesante trabajo y desvelos que exige nuestro altísimo y apostólico Ministerio, acabando otros a manos de la ferocidad de los indios. El fruto de tanto sacrificio y sangre derramada fué copiosísimo, pues han bauti- zado y reducido a nuestra santa Fe, más de ocho mil indios, recogidos en doce pueblos de Misión que han fundado: ocho en la isla de Trini- dad y cuatro en Guayana. Pero por la desgracia de los tiempos sólo permanecen cuatro en la isla de Trinidad, convertidos en doctrinas; los demás se han perdido por falta de Misioneros y carecer de los me- dios necesarios para su estabilidad y permanencia. Habiendo puesto Su Majestad a cargo de los religiosos capuchi- (1) P. Rionegro, t. II, pág. 231.

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