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MISION DE GUAYANA.—CAPITULO III 183 cal, como quiera que por parte del referido D. Andrés Blanco no se ha presentado memorial alguno en la materia, ni se hizo más instancia que la oferta hecha por el P. Lorenzo de Zaragoza, he tenido por ne- cesario y conveniente para entrar en materia: Ordenaros y mandaros, como en la presente lo hago, que luego que recibáis este despacho me informéis de todo lo que se os ofreciere con toda distinción y claridad acerca de las referidas fabricaciones de reductos y número de solda- dos que se necesitan para su guarnición y defensa, enviando la plan- ta de ellas y sus medidas, explicando el paraje y sitio que sea más conveniente para la construcción y defensa de aquellas provincias, el costo que tendría y de qué género (le material convendría que se e- fectuara la fábrica para su mayor duración. Si viniere en encargarse de ello don Andrés Blanco, le preven- dréis que es necesario que por su parte acuda a mi con suficientes instrumentos que aseguren el encargo, y con frases seguras, llanas y atinadas exponga su plan y dé además fianza de personas de todo cré- dito y conocido caudal de que cumplirá lo que capitulare, para que no cumpliendo con el ajuste y capitulación que hiciese en el asunto que se le señalare, haya de qué echar mano, y justificando asimismo sus méritos y servicios, se pueda pasar a la concesión de las gracias que capitulare, pues sin este requisito es imposible. Me informaréis de todo lo que consideréis más conveniente a mi servicio, que así es mi voluntad. Madrid, 10 de enero de 1714. Yo, el Rey.—S. López, secretario". Parece que este proyecto no tuvo efecto, pues como vere- mos después, el P. Fr. Agustín de Olot, Prefecto de estas Mi- siones, insiste en que se cierre la entrada de los enemigos en el Orinoco, construyendo un fuerte en el cerro que domina el Castillo. 3. El año 1721 recibieron nuestros misioneros en la re- sidencia de Santo Tomás de Guayana la visita de dos activí- simos misioneros de los Llanos de Caracas, los PP. Fr. Barto- lomé de San Miguel, que algunos años después fué martiri- zado por los indios, y Fr. Salvador de Cádiz; habían salido en el invierno, en barcazas, por el río Pao, desde Cojedes al Apu- re, y no pudiendo regresar, p' haber bajado las aguas, si- guieron por el Orinoco abajo, hasta llegar a Guayana (1). Al juntarse con la Misión catalana acordaron que el P. Salvador de Cádiz y P. Mariano de Seba pasasen a Bogotá, (1) Véase la pág. 183 de nuestro tomo 1,

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