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158 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA 7. Tal es la perspectiva, y tan halagadores los anteceden- tes que se ofrecen a la consideración de los nuevos misione- ros de Guayana; sin embargo, no se acobardaron, siendo todo esto para ellos un aliciente que los estimulaba a emprender pronto la jornada, pues apenas habían llegado a la isla de Trinidad, el 11 de noviembre del mismo año que salieron de España (1687) embarcaron en Puerto España con dirección a Santo Tomás de Guayana los PP. Fr. Tomás de Lupián y Fr. Basilio de Barcelona, con el Hermano lego Fr. Raimundo de Figuerola. Se embarcaron en una pequeña lancha con escasas pro- visiones, creyendo llegar a su destino en poco tiempo: pero tardaron muchos días, a causa del mal tiempo; y agotadas las provisiones, llegó el hambre a ponerles en grande aprieto, Sin tener cosa alguna con qué satisfacerl; saltaron a tierra por ver si hallaban algún indio que los socorriese; pero aunque dieron muchas vuelfas por diferentes partes, no encontraron ninguno. Viéndose en esta apretura, sin remedio humano, suplicaron a Dios que los socorriese en aquella necesidad, cu- ya paternal Providencia resplandeció de modo maravillo- so (1). Arribaron a la arruinada población (le Santo Tomás de Guayana el 22 del mismo mes de noviembre. Allí encontra- ron al jefe del presidio, capitán Francisco Benavides, con unos pocos soldados y uno que otro compatriota. Después de descansar algunos días, el P. rçOflás con Fr. Raimundo, se dirigieron al pueblo de Mariguaca, o sea a la Misión de los Avarecas, fundada por el P. Mataró, que estaba tres leguas al Sur de Santo Tomás y constaba de unos diez y ocho ranchos de palma, y comenzaron a reanimarla y prepa- rar los indios para recibir el bautismo. (1) El P. Anguiano, 1. e., p. 160, dice que apenas empezaron su pración, vieron una ave muy grande que venía desde el mar con vue- lo veloz hacia ellos; apenas llegó, se posó a sus pies y haciendo cierto acatamiento, se retiró hacia atrás, y recogiendo su largo cuello, echó del buche un pez grande, casi vivo, que acababa de coger en el mar, y después ella misma se llegó mansamente a losreligiosos, como entre- gándose en sus manos para que socorrieran su necesidad, como 16 hicieron, dando gracias a Dios por tan singular favor.

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