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M1SION DE CUMANA.—CAPITULO VIII 111 se retirase luego inmediatamente, porque si no lo ejecutaban as¡, les da- rían la muerte. Viendo el Venerable varón a los españoles desanimados, determi- nó retirarse a Cumanacoa, como lo hizo; allí juntos todos los misione- ros, no hacían otra cosa que pedir a Dios ablandase los corazones de aquellos infieles; oyó el piadosisimo Señor los ruegos de sus siervos, y cuando más desconfiados estaban de remedio a lo humano, se los ofrecía el cielo como deseaban, pues movía Dios nuestro Señor los co- razones de de aquellos bárbaros para que viniesen en solicitud de los religiosos; llegaron a Cumanacoa mas mansos que corderos, y mas con sumision que con palabras se ofrecieron a cuanto quisieran hacer los religiosos; el gozo que los religiosos tuvieron aquel día solo pudieran ponderarlo los mismos que lo experimentaron, pues la rela- ción, por mucho que lo dilatara, quedaría muy corta. Alegres los Padres con esta puerta que el cielo les había abierto, dispusieron que pasara el Ven. Padre Fr. Josef de Carabantes (1) con los indios al referido sitio del Guacharo, y sin llevar otra cosa, ni espa- ñol alguno para su resguardo, emprendió su jornada por caminos muy escabrosos y montuosos, acompañándole con mucha lealtad los genti- les, y dándole de las comidas toscas que ellos llevaban en matalotage; llegaron después de algunos días al sitio señalado, y después de reco- nocida la tierra, lo volvieron los mismos indios a Cumanacoa, los que habiendo descansado algunos días fueron despachados por el Prefecto a sus casas y asientos con orden de que dentro de una luna volviesen, y que entonces irían los Padres en su compañía y harían una casa Para vivir todos los religiosos. 3• Cumplieron puntualmente con lo que se les previno, viniendo a el tiempo señalado en busca de los misioneros; adelantase algunos días el referido Fr. Miguel de Torres a disponer una pobre iglesia, y casa, en donde luego inmediatamente se alojaron los seis misioneros de la provincia de Aragon, y seis más que llegaron el mismo año, de la de Andalucía, a petición de los cabildos eclesiastico y secular de la ciu- dad de Caracas, que hicieron a vista del fruto que lograban en aquella ciudad los seis religiosos de Aragon. Desde este tiempo empezaron los obreros evangélicos a coger el fruto de sus trabajos, aunque con mucha lentitud, por las condiciones, desgracias y acaecimientos que ocasionaron el atraso que manifestará esta relación en las conversiones; al presente se hallan los misioneros con treinta y dos pueblos, de ellos diez y seis erigidos en doctrina, y diez y seis en viva conversión, sin incluir en este numero doce, que por varias causas y accidentes se han reducido a la nada; de unos y otres se dará una sucinta noticia, debiéndose advertir que aunque al principio se unieron en esta provincia de Cumaná los religiosos de (1) Ya hemos dicho en la pág. 24 de este tomo que según el P. Córdoba, el primer fundador de esta Misión fué el P. Pedro de Berja.

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