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MISION DE CUMANA.—CAPITULO VII 103 anterior, la que averiguó como consta en los mismos Autos; pero entre todas, la principal es que ningún Gobernador de los antecesores ha vi- sitado la provincia de Cumaná, y sólo sí algunos pueblos de las Doc- trinas de Píritu en la provincia de Barcelona, con lo que nunca llega- ban a comprender lo que pasaba en la de Cumaná, y sus pobres indios jamás encontraban la justicia de su parte, porque confundían la ver- dad los Corregidores, y otros que debían mirarlos con igual caridad. Por lo cual es de esperarse que la benignidad de Su Majestad, en vista de los Autos, apruebe lo hecho por el actual Gobernador en su Visita y mande que sus sucesores precisa e indispensablemente hayan de ha- cer por sus propias personas la visita de esta provincia, que los ante- riores han resistido, sin duda por no andar tan áspero camino, que ne- cesitan de buena salud y robustei en el que los traficase. Pero no obstante las providencias tomadas y constantes en el Au- to de Visita, es muy difícil el total remedio por la falta de sujetos que destinar en los Corregimientos; pues si éstos se proveen en hacenda- dos de alguna comodidad y como ellos lo pretenden, enseña la expe- riencia que no lo sirven sino por la utilidad de tener indios para el cultivo de sus haciendas, en donde con el trabajo del indio se hacen ( cobros de los tributos y lo restante se lo satisfacen al miserable indio en efectos inútiles y a excesivos precios, como consta en los mismos Autos, y conseguido de ese modo su fin nada se cuidan del aumento y felicidad de los pueblos de su cargo, no contando con el salario de los dos reales, que no es suficiente para recompensar el trabajo que de- ben tener si cumplen con su obligación, y así no visitan los pueblos con frecuencia ni residen en ellos, como corresponde a su empleo. No proveyendo los Corregimientos en hacendados a ellos inmediatos, se hace preciso proveerlos en sujetos pobres, aun cuando se encuentren de buena conducta, porque siendo los pueblos tan reducidos y corto el número de sus indios, no pueden mantener por sí solo un Corregi- dor, por lo que se le encargan tres y cuatro pueblos, que suelen distar unos de otros cinco y seis leguas por asperísimas serranías en donde son fuentes de agua, y con todo el agregado de los tres y cuatro pue- blos no importa su salario a razón de dos reales por indio, sesenta o setenta pesos por año, cortísimo sueldo para que un hombre pueda mantenerse lo más del año a caballo por tan fragosos caminos; por lo que el Corregidor que no tiene otras conveniencias hace uso de otros arbitrios en perjuicio de los indios, también constante en los mismos Autos de Visita. El modo de reparar estos dos extremos es muy difícil, y no se en- cuentra otro que el (le la continua visita de los Gobernadores, pues con ella se contendrán los Corregidores, y los indios tomarán más aliento para deducir sus quejas, que hasta aquí no se atrevían, habiendo lle- gado a creer que lo que padecían era todo muy conforme, bien que lue- go que comprendieron lo contrario expusieron con tal viveza y efica-

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