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1 MISION DE LOS LLANOS.—CAPITULO III 87 de la ciudad de Barquisimeto, en una altiplanicie entre los ríos Turbio y Yaracuy. Hoy es Yaritagua una de las princi- pales parroquias de Barquisimeto; tiene hermosa Iglesia, con una población que pasa de seis mil habitantes; es rico su suelo y hay grandes haciendas de cacao y muchos hatos de ganado. En un folleto publicado en la imprenta Bolívar de Bar- quisimeto el año 1910 sobre los límites del pueblo de Yarita- gua, en la página quinta se inserta un documento, hallado en el Registro público de Barquisimeto por el señor Waltcrio Pé- rez. Nos da mucha luz acerca de lo que venimos hablando, y por eso nos complacemos en copiarle íntegro. Es como si- gue: "No 49 Fundación histórica del pueblo de Yaritagua (1671 a 1691). El Ilustrísimo Sr. Obispo de esta Diócesis, Provincia de Caracas, Don Fray Antonio González, exhorté al Prefecto de estas misiones para que pasasen algunos religiosos capuchinos a la pacificación de los "Indios Gayones", y de lacto pasó el padre Fray Diego de Marchena, y después Fray Agustín de Villabáñez y Fray Miguel de Madrid; y ha- biendo trabajado dichos religiosos con gran celo, lograron ci pacificar los mencionados indios y reducirlos a población, y con ellos forma- ron tres pueblos intitulados: "San Juan de Duaca, Cerritos de Santa Rosa u Yaritagua", corno consta de la Concordia fecha entre el Mar- qués de Casal, Gobernador de esta Provincia (1688 a 1693), y el Ilus- trísimo Señor Don Diego de Baños, Obispo de esta Diócesis, la cual se celebró el día 6 de junio de 1691. Estos tres pueblos estuvieron ad- ministrados por los "Misioneros Capuchinos" por más de veinte años; esto es, hasta 1711 o 1712, más o menos. Como corista de dicha con- cordia y de una Real Cédula fecha en Madrid a 6 de abril de 1691 (la que está al folio tercero y se debe tener muy presente), pues de ella y de los autos que la motivaron (los que paran en la Secretaria de Indias), consta también lo mucho que trabajaron los Capuchinos en Ja pacificación de muchos indios, y las persecuciones y calumnias que en prenio y pago de este buen servicio a Dios, y al Rey, y a la Provin- cia, experimentaron por el Teniente de la Ciudad de Barquisimeto, Don José Aniceto, por lo que cansados los religiosos, se vieron obli- gados a abandonar dichos pueblos y a resignarlos al Ordinario. Y des- pués de haberlos resignado, se volvieron muchos indios a los montes, y hasta hoy (1745) andan dispersos como bárbaros". El P. Miguel de Madrid fundó la villa de San Juan Bau- tista de Duaca, treinta kilómetros al noroeste de la misma ciu- dad, en una planicie que divide las aguas del río Aroa del Tur-

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