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MISION DE LOS LLANOS.—CAPITULO II 83 de su ideal, se lanzaban a la empresa de conquistar para Dios y la civilización la región inmensa que se extendía desde La Guayana Inglesa hasta La Goajira y el Alto Apure, desde Gua- renas hasta el Río Negro. Que las dificultades y. peligros eran grandísimos, nos lo prueba la lectura del martirio del P. Plácido de Belicena. Ex- poniendo primero su vida, logra reducir una partida de cua- trocientos indios Caribes. Pasa grandes trabajos para condu- cirlos al sitio de Paraynia, donde los pobló; allí tiene que ves- tirlos, mantenerlos, darles toda clase de armas y herramien- tas, y, cuando ya estaban provistos de todo y empezaban a pro- ducir sus labranzas, en una mala hora lo matan y se huyen a la selva,... Parece que el desaliento invadiría el ánimo de los Misio- neros; sin embargo, dice el mismo P. Olivares, que al año si- guiente salió el P. Pedro de Berja por el mismo río del Pao con sólo cuatro indios, y logrando reducir a muchos de los f u- gitivos, los condujo al pueblo (le El Pao; y después de muchos gastos y sacrificios, se le fueron huyendo en varias parciali- dades.

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