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72 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA La poligamia es vicio general entre estos indios, y la unión de los esposos la rompen cuando se les antoja; a veces sin ningún pre- texto. Como andan divididos en pequeñas cuadrillas, pelean unos con otros, quitándose las mujeres y las hijas; cuando salen vencedo- res las llevan cautivas; algunos comen carne humana". El P. Olivares, en su extensa Memoria, dice de ellos (1): "Los indios que hay en el territorio de Los Llanos de Caracas son de tercera clase, según la clasificación del P. Acosta y el Sr. Montene- gro, pues viven como irracionales, sin conocimiento de Dios ni su- bordinación a la justicia.. . .No tienen caciques; sólo hay entre ellos : algunos capitanes que, por ser valerosos, los dirigen en las guerras que tienen entre si unas parcialidades con otras. Tienen todas las, mujeres que pueden alimentar, sin que entre ellos se guarde formali- dad, ni ceremonia de matrimonio, como se usan en otras naciones de; indios, aun los de tercera clase. 3. Son muy rencorosos, y guardan el odio de generación en ge- neración hasta que puedan vengarse. Esto lo acredita la experiencia de cerca de doscientos años, pues sin tener estos indios protocolos ni escrituras, pasa de padres a hijos la memoria de las crueldades exa- geradas, que hicieron con sus antepasados los primeros españoles que vinieron a la Conquista; y de aquí nace el odio y rencor que nos tie- nen. Cuando logran la ocasión de vengarse, no se contentan con ma- tar a quien les hizo daño o agravios, sino a toda su parentela y gene- ración, y esto no lo hacen a golpes, pues son muy cobardes y pusilá- nimes, sino con venenos ocultos y mortíferos que van consumiendo y acabando poco a poco la vida. De esto tenemos pruebas contadas por ellos mismos, y nos lo enseña la experiencia y lo palpamos ca- da día, porque tribus numerosas que hemos conocido se han acaba- do matándose unos a otros con venenos, sin poderlo remediar, pues es imposible averiguar quiénes sean los agresores, aunque sabemos de cierto de dónde nace. 4. No tienen estos indios pueblo alguno, sino rancherías o adua- res, y éstos con poca gente, pues cada uno no llega a veinticinco fa- inilias, siendo todos ordinariamente de la parentela, a causa de la oposición que hay entre ellos y el peligro del veneno. Estas ranche' rías no son permanentes, sino que se mudan con sus dueños. Cuando les falta alimento en un paraje, se van veinte y más leguas buscando otro, oculto y escondido, para que no den con ellos los Misioneros cuando salen a buscarlos, a fin de reducirlos a vida civil y cristiana. No saben cosa (le agricultura, y, excepto alguna nación, no siem- bran nada, ni yuca, que es el pan ordinario de la tierra; y aun las na- ciones que siembran alguna cosa no es para comer, sino para hacer (.1) Véase Blanco. Documentos para la Historia, t. 1, P. 388. ¡ ¡ • •

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