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ORIGEN DE LAS MISIONES.—APENDICE 65 blo de Tucupido, parroquia del antiguo Cantón de Guanare, diferente del otro pueblo de igual nombre en el Guérico. Los indios Cospes, habitantes de ese sitio y sus contornos, se agregaron a los españoles, después de convertidos a la fe. Un Capu- chino, que murió ahogado en el río Guanare, levantó una Capilla en el mismo lugar de la aparición de la Santísima Virgen, y se fueron allí construyendo casas hasta formar el pueblo viejo de Tucupido, el cual hubo necesidad de abandonar, por estar expuesto a las grandes avenidas de los ríos del mismo nombre y el Guanare, que lo circun- daban. Fuadóse por este motivo el pueblo nuevo de Tucupido, distante del antiguo casi dos leguas, quedando en todo sometido a Guanare hasta 1721, en que se calcula su erección en parroquia. El Presbítero D. Francisco Buenaventura Egurrola, a quien el Ilustrísimo Sr. Martí encontró sirviéndola, refirió a este Prelado el suceso de la aparición de Nuestra Señora de Coromoto, suceso que, según Depons, ya se había consignado con todas sus circunstancias en la información pública, ordenada en 3 de febrero de 1746 por el Dr. D. Carlos de Herrera, Cura Rector del Sagrario de la Catedral de Ca- racas, hallándose en Guanare, en calidad de Visitador eclesiástico. El Sr. Martí hace referencia, en su Libro de Visitas, del proceso levantado al efecto. Tll expresado Depons, a quien hemos consultado para escribir este articulo, se apoya en aquel proceso al hablar sobre la Virgen de Co- romoto en su obra intitulada: Voyages a la partie orientale de la Terre Fermée dans l'Arnerique Meridionale. (1801 a 1802). Fundados, pues, en autoridades de tanto peso, referiremos, con la brevedad posible, la interesante historia de la aparición de Nuestra Señora de Coromoto, la cual, por lo expuesto, se ha conservado libre de toda alteración. En la ciudad de Guanare, junto con la veneranda imagen aparecida, existe un legajo con los documentos referentes a ella, según informes suministrados por el actual párroco de aquella ciudad, el señor Presbítero J. Pastor A. La gracia divina había producido sus saludables efectos en los corazones de los indios Cospes, y los Misioneros Capuchinos, que los habían evangelizado, se disponían a recoger, llenos de júbilo, el fruto de su misión apostólica, derramando el agua del Bautismo so- bre aquellas cabezas, no ha mucho inclinadas ante las repugnantes figuras de sus ídolos. Pocos días faltaban para la solemne ceremonia, y sólo uno entre aquellos indios, sordo a los llamamientos del Señor, no quería reconocer al Dios de los cristian*s: era ese el cacique de la tribu. Meditabundo lo vió un día de septiembre del 1651 un habitante de la Villa del Espíritu Santo, llamado Juan Sánchez, en ocasión que pasaba apresuradamente por aquellos lugares en dirección al Tocuyo T. 1.—P. 5

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