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ORIGEN DE LAS MISIONES..—CAPITULO V 49 ciudad, y los otros cinco cuidaban del Hospital (1); de esta • suerte trabajaron de día y de noche, auxiliando a los enfer- mos por espacio de dos meses, hasta que a fines de octubre cesó el contagio. Como el Cabildo había pedido los religiosos no sólo para predicar a los indios infieles, sino también para que hicieran Misiones en los pueblos de la diócesis, pidieron al P. Prefecto que se dedicaran a este ministerio apostólico los Venerables Padres José de Carabantes y Eusebio de Sevilla, ambos fervo- rosísimos y santos predicadores. Estos Padres recorrieron aquella dilatada región, hacien- do en todas partes muchas y notables conversiones de perso- nas de todo estado, sexo y condición, en tanto grado que mu- chos pecadores endurecidos, como Saulo, se convirtieron en Pablos arrepentidos, con grande edificación de todos. Muchos renunciaron a las vanidades del mundo y abraza- ron la vida y estado religioso; y hasta religiosos menos perfec- tos tomaron desde entonces con mayor ahínco el ejercicio de las virtudes; y de todos los estados hubo varias personas, que abrazaron con gran empeño el ejercicio santo de la oración mental. Había mucha necesidad de doctrina en aquellas partes, pues en algunos pueblos donde prcdicarorn dichos Misioneros, no habían oído jamás un sermón; por lo cual las costumbres estaban muy estragadas, reinando los vicios en las almas. Las ciudades, villas y pueblos donde predicaron, según el P. Anguiano (2), fueron los siguientes: Caracas, La Guaira, La Victoria, San Mateo, Turinero, Cagua, Guacara, Valencia, Barquisimeto, Nirgua, Quibor, Carora, Tocuyo, Trujillo, Ma- racaibo, Margarita, y algunas más. 4. Mientras dichos dos religiosos recorrían las ciudades y pueblos recogiendo tan copiosos frutos, como hemos dicho, los demás se iniciaban en las lenguas de los indios y demás cosas (1) De estas palabras se dedupe que había tres Misioneros de la Provincia de Aragón, que eran: el P. Prefecto, el P. Carabaní es y el P. Tauste. El P. Agustin y Fr. Miguel estaban en Cumanacoa. • • (2) Vida de Fr. Francisco de Pamplona, pág. 312. T. 1.—P. 4

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