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44 1 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA aquella ciudad, los quería castigar con una peste, ya para dar cuanto antes a los convertidos el precio de su arrepentimiento, ya también pa- ra que los obstinados se redujeran a .penitencia, y dijolo, sin duda, con espíritu profético; porque al poco tiempo se inficionó el aire y empe- zó la peste a causar estragos. 6. Este lenguaje del predicador no agradó a cierto individuo de posición, que vivía mal, y se dió por aludido de las saludables amo- nestaciones que hacían los Misioneros, para sacar a los pecadores del mal estado en que vivían; negóse en absoluto a dejar la vida escanda- losa que hacía, y, para vengarse de los Misioneros, escribió con gran secreto al Consejo de Indias, tachando de vagabundos a los religosos, y pidiendo a Su Majestad se sirviera mandarlos retirar a España, dan- do por único motivo decir que no asistían a las Misiones, y que se apartaban del trato de los indios, que era el fin para que Su Majestad los había enviado; y lo confirmó diciendo que era notorio en la ciu- dad que habían estado muchos días allí, con el pretexto de predicar cuatro sermones y recoger limosnas para su sustento (1). Es ciertamente desalentador para el pobre Misionero, el pensar que en su camino de sacrificio ha de tropezar con obs- táculos muchas veces insuperables; la primera expedición de Misioneros Capuchinos se encontró con un Gobernador que oprimía a los indios con tributos y gabelas excesivas; y, por- que los Misioneros, defensores natos de los infelices indios, le hicieron alguna observación, pidió al Rey que los manda- ra retirar. Ocho años después llega la segunda expedición; y, porque los Misioneros predican la moral cristiana y reprenden los vicios, otro alto personaje de Caracas, que no nombra el P. Tauste, pide también que los Misioneros vuelvan a su con- vento; y supo pintar las cosas con tan vivos colores, y adornar- las con tales auxiliares, que consiguió, si no lo que deseaba, porque otros más fuertes que él se opusieron, al menos logró que Su Majestad despachase una Real Cédula en este sentido (25 de septiembre de 1660). (2). (1) Biblioteca N. de Madrid. Sig. 18,719. Número 4. (2) Archivo Gnal. de Indias.—Sevilla. Véase P. Rionegro, obr. cit., tomo 1, pág. 40; y el P. Valencina, en su obra "Reseña Histórica de la Provincia Capuchina de Andalucía, y varones ilustres en ciencia y virtud, que han florecido en ella desde su fundación hasta el presen- te".—Sevilla, 1906, tomo y, pág. 153.

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