BCCCAP00000000000000000000503

ORIGEN DE LAS MISIONES.—CAPITULO IV 43 managotos, todos se rindieron a la predicación de los Misio- neros Capuchinos, recién llegados a Venezuela. Al tener noticia el clero y fieles de Caracas de la prodigio- sa predicación del P. Carabantes, y del fruto espiritual que habían hecho en todos los pueblos de la provincia oriental los Capuchinos con sus Misiones, les pidieron con instancia que pasaran a predicar una Misión en Caracas, que era cabeza de la Capitanía general, constituida por las tierras que forman 'ahora la República de Venezuela. Comenzó la Misión en la Santa Iglesia Catedral, con la asistencia de los Cabildos Eclesiástico y Civil y de todos los fieles, grandes y pequeños; y es imponderable el fruto que hicieron los Santos Misioneros, pues no quedaron menos apro- vechados que los de Cumaná; antes bien, compitieron con ellos en arrepentimiento y penitencias públicas, transfor- mándose de Babilonia de vicios, en paraíso de virtudes cris- tianas. A lo dicho por el P. Anguiano, respecto al fruto de estas Misiones, podemos añadir el testimonio de uno de los Misio- neros, el P. Tausle, que, Para ocultar su nombre, según nos refiere el P. Olivares en su Memoria, habla en tercera persona, y dice: "Pasaron algunos Padres de Cumaná a Caracas para hacer Misión en la ciudad Y en algunos pueblos de españoles, tanto por que desea- han estar ocupados, como por habérselo pedido al Padre Prefecto per- sonas pías, devotas y de autoridad, que reconocían la suma necesidad que había de ella en la capital. Publicada la Misión, la predicaron los Padres en la Catedral; los frutos que de ella resultaron no son ponderables, publicóbanlo a yo- ces los efectos; ' las gentes de todos los estados y condiciones ada- maban a los Misioneros come hombres venidos del cielo. En este particular no quiero alargarme, pero tengo oídas cosas maravillosas a los españoles de por acá; y aunque las juzgo indubita- bles, excusaré el referirlas por ser muchas y raras, y principalmente porque quizá alguno las tendrá por exageradas; sólo diré, porque está en la conciencia de todos, que varios días, durante el sermón, vieron los oyentes salir rayos de luz y estrellas de la boca del predicador, con grande admiración y fervorosa devoción de todos. En uno de los sermones, dijo el referido Misionero que Dios, jus- tamente indignado por tantos pecados públicos, como se cometían en

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz