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388 LOS FRANCISCANOS CAUCHINOS EN VENEZUELA caso caudal, cuya embarazosa maleza impedía el tránsito, pero se faci- litó con los sables, echando pie a tierra algunos hombres. Al otro lado de este río siguió siempre la tierra llana y despejada de tal forma, que, a no valernos del rumbo preciso de la aguja, titubeáramos del asiento del rumbo que llevábamos; y como a distancia de seis leguas se encontró un arroyuelo, que de la misma sabana salía de un mori- chal, allí hicimos noche. Este día anduvimos doce leguas, y a aquel no le dimos el nombre de Aguablanca, por ser su fondo, o la arena que en él habla, de este color. El día 23, al amanecer, nos pusimos en camino y continuando sin novedad hasta las diez, encontramos unos promontorios de arena movediza, cuya figura hace el continuo soplar del Norte; se llaman éstos médanos, y en ellos se suelen acoger las bárbaras naciones que habitan aquel país. Y, en efecto, allí había unos ranchos cu- biertos de moriche, que abrigaban cuarenta personas, Otomacos de nación, gente gallarda, corpulenta, (le alegre semblante y nobles de condición, amantes de los blancos y dóciles; hicieron demostración de amistad, regalándonos algunas cosas y recibiendo lo que se les da- ba, con especialidad el tabaco, que apetecen mucho. Seguimos después nuestro rumbo hasta las tres de la tarde, que encontramos un río pe- queño, cuyas márgenes arenosas dieron motivo a la denominación, pues le pusimos el Arenoso, y continuando la ruta hasta las cinco de la tarde, nos obligó la noche a pasarla en esta sabana, sin esperanza de agua; pero la industria de algunos compañeros, cavando en el centro de una cañada unos jagüeyes, despidió la tierra abundante agua, con que no sólo nos proveímos los racionales, pero hasta los caballos tuvieron con qué abastecerse, y este día caminamos catorce leguas. El día 24, salimos siguiendo nuestro rumbo, y en este día se dió con un pueblo de indios Otomacos, que pasaban de setenta personas, los más medianos; y habiendo salido su capitán, porque aún a estas gentes que son incultas, no les falta su modo de república, pues todo aquel populacho está sujeto a la voz de su capitán, como experimenta- mos en este día, y como a los demás, a estos se les regaló con pan, carne y un poco de dulce y tabaco, y a las mujeres se las regaló a cada una un pedazo de cinta mediana y una gargantilla de abalorios, de cu- ya dádiva quedaron muy agradecidos, de que manifestaron grande ale- gría; y habiéndoseles hecho preguntas por el lenguaraz si querían reli- gioso para que les enseñase y. educase, dijeron que sí, peto que los habían de poblar en sus mismas tierras y que no los habían de sacar de ellas. En este sitio habla como cinco o seis lagunas grandes, y se encontraron unas macas (le pescar, con poca diferencia como las de Europa. En este día se pasaron algunas cejas de monte, en las que fué preciso abrir camino con los sables en las manos para poder transi- tar. En este día se caminaron como doce leguas. El día 25, siguiendo nuestro rumbo siempre al Sur, encontramos varios ranchos de indios, y llegamos a un caño grande, o río, el cual

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