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MISION DE LOS LLANOS YAPURE.—APENDICE 387 re, que fué una cruz grande, y de allí tiramos como una legua de lí- nea, que pasó más arriba, hacia el Poniente, del invernadero de D. Ni- colás Manu, que es una choza en cuyo sitio estuvimos aquella noche. El día 19, salimos de dicho sitio en seguimiento de dicha camina- ta, pasamos cuatro zanjones llamados Santo Domingo, siempre al Sur, y llegamos al sitio llamado Mati-Jure. En esta caminata cruzamos los caños de San Albo, Capuchino y Caucagua; los dos últimos con bastan- té agua, y río arriba de dicho Mati-Jure, en un palo grande llamado Lucero del Pescado, se formó una cruz para que sirva de demarcación, y este día caminamos como nueve leguas. El día 20, seguimos la caminata, siempre al Sur, y llegamos al río llamado Arauca, término que deslinda la jurisdicción de la ciudad de Barinas con la (le San Juan de Carunata, y pasamos por una parte lla- mada el Pinal, y antes de pasar este hato se encuentra el hato de D. Mateo Blanco, vecino de Caracas. En estos días no se encontraron ma- yores dificultades ni embarazos, sí sólo algunas malezas que romper para abrir camino, y siguiendo fuimos a dormir a una legua del hato de D. Ignacio Gamarra, vecino de San Jaime, dejando en el paso del río su demarcación. En este día caminamos como diez leguas. El día 21, salimos, siguiendo siempre nuestro rumbo al Sur, y lle- gamos al río nombrado Cunaviche, y continuando aquella tarde arri- bamos al río nombrado Capanaparo. En este día se pasaron muchos cerros de arena que llaman médanos, y en cuyo día fué que vimos los primeros indios, pues estando rancheados pasó una canoa en que iban un indio y dos indias, y habiéndoles llamado varias veces no quisie- ron llegar a donde estábamos, y sólo dieron noticias de que arriba, poco distante, había un pueblo de nación Chiricoas, como en efecto era así, Y ellos se fueron a otro pueblo abajo, que era de nación Zavire. Esta noche estuvimos con algún cuidado, pero no se ofreció cosa alguna. En este día se anduvieron doce leguas. El (lía 22, continuando nuestra marcha, como a distancia de tres leguas de sabana, se encontraron cuatro indias sacando raíces para su sustento do una hierba que llaman bobora, y cría unos tallos a manera de espárragos; estas se pusieron en fuga, pero a poco rato fueron al- canzadas. Tres se manifestaron con semblantes alegres, y luego admi- tieron el tratamiento de los intérpretes que, hablándoles en su lengua, dijeron que eran de nación de Zacura y que su pueblo quedaba a corta distancia; y en efecto, nos llevaron a él. No lo hizo así la otra, cuya fe- rocidad de espíritu demostró manteniéndose retirada y sin contestar al intérprete, y aunque a las demás compañeras se las regaló con pan, dulce y tabaco, esta nunca quiso admitir Cosa alguna. En fin, llegamos al pueblo, que estaba a la orilla de una laguna, en unos bujíos de pal- ma moriche, sin comodidad ni figura, y serian como veinticinco per- zonas: después de haberles dado algo, seguimos la marcha que llevába- mos al Sur, y a POCO trecho de rápida llanura llegamos a un río de es-

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