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MISION DE LOS LLANOS Y APURE.—CAPITULO XXVII 355 ver en las orillas de los ríos como rebaños de ovejas, tienen un pico muy largo y se mantienen de la pesca. El pato real es el más gustoso, muy parecido al pato casero: el güirigüire, que es como un gallo, es también muy bueno: el zamuro es como el cuervo, pero es muy asque- roso; hay pena para que nadie los mate, porque limpia las calles y so- lares de toda inmundicia, mejor que una escoba. Hay miles de loros y periquitos que hacen mucho daño en los conucos o maizales. Son tan- tas y tan diversas las aves, que los mismos naturales no saben cómo se llaman. Para diversidad de aves y plumas no hay quizá en el inundo corno Rionegro. La tierra se halla infectada de insectos, en gran parte venenosos. Las culebras son muchas, pero las que hacen mucho mal en los animales vacuno y caballar, como la cascabel y mapanares, con so- lo una picada mueren al momento, y lo mismo sucede con la gente. Se ven muchas desgracias. Los mosquitos, zancudos y pullones se dejan ver como nubes, y molestan tanto, que nadie puede dormir sin su mos- quitero, y puesto el sol, es preciso cerrar todas las ventanas y puertas para que no entren. La nigua, sólo conocida en América, es muy pare chía a la pulga, sólo que tiene blanca la parte posterior de su cuerpo y la boca armada de una trompita con la que se introduce en los pies de las gentes y también en los dedos de la mano (como a mi me sucedió y me costó días el curar); introducidas, al momento ponen huevos; de aquí nacen las crías y van tomando campo, de modo que enteramente inutilizan a quien las tiene: es preciso sacarla en su principio con to- da su conchita, porque si ésta queda dentro es como un veneno y sa- cada la pulga, si se ¡floja luego, causa un pasmo que lleva a uno a la se- pultura. Una gran parte del ejército de Morillo se perdió por no saber lo que era este animalito, como también nos sucedió a nosotros en un principio. He visto morirse hasta perros de la nigua. Hay también in- finidad de otros insectos que no dejan plantar ni coles, ni lechugas, ni tomates, porque nada pueden librar de tales bichos...... 5. Llegado que hubo a las pobres y pequeñas chozas de los in- dios, construidas de paja y barro, present6se Uflo (le los corregidores con gran número de ellos, todos desnudos, así hombres corno mujeres, lo cual causó a nuestro misionero gran compasión, porque aquellos in- felices no tenían de hombres más que la fortuna humana. Los indios, por lo contrario, sintieron y manifestaron grandísimo gozo y alegría al ver allí de nuevo a los Capuchinos. "Estos son —decían los ancianos, hablando con los jóvenes, —éstos son los Padres que instruían a nuestros antepasados, éstos los que antes de la independencia de la patria gobernaban a los indios, vuestros her- manos; éstos los que se interesaban más que otro ninguno por nuestro bien". Nuestro misionero, en cambio, con aquella afabilidad que le carac- terizaba, hízoles ver que no llevaban allí otra misión, ni habían em-
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