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MISION DEL ALTO ORINOCO Y 1110 NEGRO.—CAPITULO XXVI 339 Por todo lo expresado y mucho más que omitimos, que en confor- midad con nuestro instituto y ministerio nos vemos en la precisión de callar por ahora, hasta esperar la decisión de Nuestro Reverendísi- mo P. Comisario General, a quien, con permiso de Vuestra Señoría, informaremos en la primera ocasión con individualidad de todo, para que haciéndolo presente a Su Majestad, delibere lo que sea convenien- te a los intereses de su Real Hacienda, e intervenga a favor del minis- terio apostólico de estos pobres Misioneros. Suplicamos con toda sumisión y respeto, en Dios y por Dios, a Su Señoría, se digne por su honor y celo en el Real servicio, y por su na- tural piadoso y notoriamente cristiano, que sea de su agrado, para que observando nuestras enfermedades nos dé certificación formal del con- cepto que de ellas forme, así como de su origen y causas, y, que si Dios quiere que restablezcamos, podamos informar con libertad al Reve- rendísimo P. Comisario General, para que nos dé el destino que guste. Entretanto, nos ofrecemos de Vuestra Señoría fieles servidores. En Caracas, a 7 días de agosto de 1771. Fr. Nicolás de Antequera, Fr. Juan de Ubrique". 5. También al Ilustrísimo señor Obispo le dieron cuenta de su llegada a Caracas, y le pidieron humildemente licencias para celebrar la Santa Misa, como se ve en el documento que sigue (1): "Ilustrísimo señor Obispo de Caracas: Con el mayor respeto y ve- neración los abajo suscritos exponen que, habiendo salido de su desti- no, que era la Misión del Alto Orinoco, nos dirigimos a esta ciudad para presentarnos al P. Prefecto y a Vuestra Señoría Ilustrísima. Partimos de la Misión el día 27 (le junio, y seguimos primero por el río Orinoco cinco días, después por el Apure y Portuguesa hasta Ca- maguán, seis días; allí estuvimos cuatro, y en tres jornadas llegarnos a Calabozo, donde descansamos diez días, para poder cobrar algunas fuerzas; solamente dos mañanas Pudimos celebrar la Santa Misa; el domingo 4 de agosto llegamos a Villa de Cura, donde celebramos con permiso del párroco, y no hemos vuelto a celebrar, ni administramos ningún Sacramento. Al llegar a esta ciudad nos presentamos al P. Prefecto y a Vuestra Señoría Ilustrísima para informarle de todo lo sucedido, y suplicarle que se compadezca (le nuestras necesidades espirituales y temporales, y nos conceda licencia para celebrar, los días que nuestra delicada (1) Biblioteca Nacional de Madrid, signatura 3.648,

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