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338 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA , 4. Luego que los referidos Misioneros recibieron el pre- cedente certificado del P. Prefecto, hicieron una exposición minuciosa al Excelentísimo señor Gobernador de Caracas, Marqués de la Torre. Tiene importantes noticias, y es como si- gue: "Excelentísimo señor: Los abajo suscritos Misioneros del Alto Orinoco y Río Negro, humildemente exponen: que, por Real orden de Su Majestad y del Reverendísimo P. Comisario General, vinimos de España el año 1769 para la reducción de los indios de esta provincia, dejando al señor Obispo de Caracas y al General Gobernador de esta ciudad, señalar el destino o colocación que nos habían de dar, los cua- les en septiembre de dicho año, dispusieron mandarnos a la reduc- ción de los indios del Alto Orinoco y Río Negro, a cuya resolución nos sometimos prontamente, saliendo para nuestro destino el 17 de octu- bre. Estuvimos en dichas Misiones hasta el 27 de junio de 1771, en cu- yo tiempo hemos padecido una continua indisposición de salud, a cau- sa de lo malsano del país, que nos impedía cada día más el cumpli- miento de nuestro sagrado ministerio, máxime no habiendo en aquel territorio socorro alguno humano con que poder aliviarse en semejan- tes quebrantos de salud; por el contrario, se han tomado medidas y providencias para perder los más robustos la salud y aun la vida, como de hecho la han perdido cuatro de nuestros compañeros, sin recibir si- quiera los últimos Sacramentos de la Iglesia, padeciendo esta misma desgracia y desconsuelo otros religiosos de los nuestros que antes ha- bían llegado a este país. Estas infelicidades tan grandes que hemos padecido provienen, no sólo de lo insano del lugar y de las plagas abundantes y continuas, sino por la desenfrenada y brutal persecución de la escolta que nuestro piadoso Rey nos concedió para alivio, consuelo y defensa de los Misio- neros, y se ha convertido, aprovechando la distancia, en nuestros ator- mentadores. Lo más sensible de todo es que los mismos recursos lícitos que hasta el presente se han tomado, no nos han dado otro' resultado que aumentar la persecución a los desvalidos Misioneros, por parte de la escolta. Esta escolta, Señor, está formada de negros, zambos y mulatos, y otras gentes ruines de nacimiento y de peores costumbres, por lo desen- frenado de su vida; a quienes se les da siempre una firmísima creen- cia, en cuanto su malicia e interés inventan contra los religiosos, mi- nistros de Jesucristo, tan recomendados de Su Majéstad y tan maltra- tados y considerados como sospechosos e incompetentes en sus dispo- siciones, vidas y costumbres.

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