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336 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA Hace tres días que están preparados para salir, pero ni el tiempo ni la salud se lo permitieron; por fin, salen hoy, con no pocos traba- jos, los PP. Nicolás de Antequera y Juan de Ubrique; el P. Fidel queda imposibilitado, no sólo de viajar, sino también de vivir, a menos que Dios haga un milagro, pues desde los dedos de los pies hasta la cabe- za, está todo reventado y hecho un lazarino, y las calenturas no le de- jan, por otro lado. Con que aquí se queda hasta que Dios lo sane o lo lleve; de lo que suceda le avisaré a Vuestra Reverencia para que dé las órdenes correspondientes. Nuestro Soberano conoce lo difícil y peligroso de la Misión del Alto Orinoco y Río Negro, y caritativamente manda las asistencias que deben tener los Misioneros, y éstos y los que anteriormente hemos ido allá (1), y hemos procurado y procuran trabajar, sacrificando sus vi- das; pero los tratamientos que dan a los pobres religiosos, son tan dis- tintos de los ofrecidos por Su Majestad, que está visto y experimentado que son tratados con la impiedad más tiránica que jamás se ha visto; parece que se proponen acabar con los Misioneros, para que no haya quien descubra tanta sin razón; por no decir tanta injusticia y trai- ción al Soberano, y tanta falta de Catolicismo. De Vuestra Reverencia afectísimo que besa su mano, Fr Tomás de Castro. Camaguán, 18 de julio de 1771". 2. De Camaguán pasaron los dos enfermos a la villa de Calabozo, cuyo Párroco expidió el siguiente certificado (2); "Don Juan Angel Leal, Rector de esta villa de Calabozo, Vicario y Juez Eclesiástico, Comisario de Cruzada (le dicha villa y de San Jaime, de San Francisco de Tiznados y de Cabruta, etc.—Certifico para donde convenga a los señores que lo presenten: que el día sábado, veinte del corriente, llegaron a esta villa dos Religiosos Capuchinos, nombrados Fr. Nicolás de Antequera y Juan de Ubrique, y habiendo pasado a visi- tarlos, luego que hube noticia de su venida, los hallé enfermos y muy quebrantados de salud, de tal modo, que, adenás de estar llagados y cubiertos de granos enconados, estaban con fiebre, macilentos y fla- cos. Especialmente el P. Ubrique no podía estar sino con los pies to- talmente desnudos; con baños y otros remedios que se les aplicaron fueron mejorando un poco, mayormente por el cambio de temperamen- to y de alimentación. (1) El año 1762. (2) Biblioteca Nacional de Madrid, signatura 3.648. __ j

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