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322 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA producido, sin otro cultivo ni beneficio que la misma Naturaleza. Cier- tamente, señor, no sé cómo exagerar a Vuestra Señoría los innumera- bles árboles de cacao, el arreglado plantío que en algunas plantas vi- mos y la abundancia de fruto, pues en la larga distancia de más de cien leguas no se pasó día en que no advirtiésemos a un lado y otro del río dicha abundancia, aunque con los defectos que comprenderá Vuestra Señoría por el informe del asociado Bobadilla, que yo he rec- tificado, como que presencié la exploración al dicho encargado. Asi- mismo los yugas y almendrones que se producen en aquellos montes en árboles muy crecidos, y con cuyo fruto se mantiene la nación Guaja- riba el discurso del año, haciendo prevenciones en el tiempo de cose- char y guardan cuando no pueden salir al monte a cogerlas, bien que esta providencia se encuentra indistintamente en todo el tiempo del año, porque su corteza, más dura que la del coco, las hace durade- ras largo tiempo, de que se han remitido muestras, y convienen en todo con las que Vuestra Señoría tenía ya reconocidas y experimentadas. Estos frutos proporcionan la gran comodidad de que reduciéndo- se a pueblos los indios, pueden introducirse los españoles y abrir co- mercio en aquellos parajes, con los que se conseguiría el fomento de las reducciones, civilización de los naturales y el mayor servicio de Dios, y principal conato de Su Majestad en la conversión de los innu- merables infieles que habitan aquellas selvas; porque aquella utilidad moverá a los vasallos deSu Majestad a introducirse en aquellos para- jes con sus mercaderías, y hacer cambio y comercio con los Indios, como se ha notado por experiencia, cuya mutua conveniencia unirá los bárbaros a los españoles, y más que los mismos religiosos tendría- mos el consuelo de hallar facilidad de auxilio en lo mismos españoles, que al calor de aquel comercio, se irían poblando y resguardarían las nuevas poblaciones, para evitar la fuga de algunos naturales mal incli- nados, y porporcionarian la reducción de otras naciones no descubier- tas al centro de aquellos montes; a cuyo fin, y para perfeccionar la obra empezada, no sufraga la personal asistencia del informante, sus desve- los y fatigas, ni la de los Padres Fr. Andrés de Antequera y Fr. Felipe de Málaga, que le han ayudado en esta ocasión; porque la mucha distan- cia que media de unas fundaciones a otras, no permite que un solo sa- cerdote provea del pasto espiritual en un Distrito de cincuenta a cien leguas, que es la menor situación, que tienen los pueblos ya principia- dos, que son: San José de Maipures, Santa Bárbara, San Francisco de Asís e. la Esmeralda, San Felipe, San Francisco Solano y el Caño de Da- vipe; los tres primeros en el Alto Orinoco, y los restantes en el Casiquia- re y Río Negro; y deben fundarse otros, con los que ha dejado empeña- da su palabra en trescientas leguas de distancia, y por, ello le suplico a Vuestra Señoría, se sirva pedir a Su Majestad, a más de los siete que tiene pedidos el Comandante de Orinoco don Manuel Centurión, otros diez religiosos, que con el informante y los dos compañeros pueden E ___

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