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PROLOGO 17 los vicios de los blancos, y cuando se diría que la obra de los Religiosos fue infecunda hé aquí cómo pone de bulto el haber- se debido el retroceso a la intervención de esos mismos blan- cos: «Los Fadres de la Observancia, que actualmente gobier- «nan estas vastas comarcas, no sucedieron inmediatamente a «los Jesuitas, y durante un interregno de diez y ocho años las «misiones fueron de tiempo en tiempo visitadas por los Capu- «chinos. Los agentes del gobierno secular administraron ha- «jo el nombre de comisarios regios las quintas o granjas de «los Jesuitas con una culpable negligencia: mataron el ganado «para vender sus pieles. En tiempo de la expedición de limi- «tes, se transportaron caballos de la Encaramada, de Cancha- «na y de Atures hasta San José de Maravitanos, a las márge- «genes del Río Negro. El ganado de los Jesuitas ha desapare- «cido enteramente desde el año de 1795, quedando sólo en el «día, como testigos de la antigua cultura de estas comarcas y «de la industriosa actividad de los misioneros, algunos troncos «de naranjos y tamarindos aislados en las sabanas y rodeados «de árboles silvestres». Pues contra esas fechorías del civilizado sin conciencia era contra lo que los misioneros resguardaban los poblados in- dígenas, procediendo como verdaderos curadores, mientras el curso de las generaciones los capacitase para manejarse por sí propios. Hoy todavía puede hablarse, hasta en la avanzadísi- ma República Argentina, de «los traficantes en tierra de in- dios, que consiguen de éstos lo que quieren a cambio de aba- lorios», y seria preciso estar muy ayuno de noticias para no saber los abusos y maldades que los civilizados de toda ca- laña y categoría han cometido siempre con nuestros infelices indígenas. Asimismo hay que ponerle reparo a los pasajes del Barón en que parece llevar a mal la condescendencia de los misio- neros en tolerar a los indios su falta de vestido y sus pinturas de onoto. ¿Era acaso esto cosa de extirparse de un día para otro o en el curso de pocas generaciones, dada sobre todo la facilidad de los indios de volverse a la selva? T. 1.—P. 2