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184 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA Que Su Majestad Católica (que Dios guarde) fué servido despa- char una Real Cédula, fecha en 5 de agosto de 1702, en que manda al Gobernador de la provincia de Caracas haga fabricar cuatro barcos pequeños, para que podamos los Misioneros continuar las entradas a los indios gentiles en tiempo de invierno, escoltados por los españoles que nos quisieren acompañar. En cumplimiento de esta disposición, hemos salido (le nuestras Misiones en compañía (le más de trescientos hombres, que volunta- riamente quisieron coadyuvamos en el ministerio de la reducción de los indios. Cerca de das meses hemos gastado en recorrer Los Llanos y re- gistrar los ríos, y al cabo de tanto tiempo, venimos a dar con una ca- pitanía de indios que hemos reducido, y extrañados los Misioneros de tan reducido número de indios como había en aquellos lugares, nos dijeron que unos habían sido muertos por los Caribes, otros los hablan llevado como esclavos y el resto que había huido al Orinoco, con cu- ya noticia nos dispusimos a su seguimiento. Tropezamos luego en el Apure con infinidad de gentes de diver- sas naciones, que nos ofrecieron poblarse, si se retiraban los solda- dos de nuestra escolta y quedaba solo el Misionero, y habiéndose eje- cutado así, lo quisieron matar y se huyeron al Orinoco. Viendo la escolta que se habían malogrado SUS intentos, y que se habían agotado los bastimentos, determinaron volverse con el otro Misionero y la capitanía convertida; continuamos nosotros por el Apure haciendo nuevas exploraciones, y considerando después que con las dos embarcaciones que traíamos no era posible volver río arri- ba por ser muy pesadas y estar los ríos muy bajos, resolvimos conti- nuar la jornada por el Orinoco y regresar por la Guayra a nuestras Misiones. Emprendimos, pues, el viaje con la gente que nos quiso acompa- ñar, con SU cabo D. José Venegas, viendo al mismo tiempo si podía- mos redimir de la opresión de los Caribes alguno de los indios que tienen hechos esclavos; y habiendo gastado más de un mes en la nave- gación de los ríos Guárico y Orinoco, por no tener prácticos que nos dirigiesen, como también por haber gastado algún tiempo con los in- dios gentiles de diversas naciones que están poblados en las márge- nes de dicho Orinoco, solicitando por varios modos su conversión y reducción, sin poder conseguir otra cosa que bautizar algunos pár- vulos. Hallándonos al presente en este puerto de Guayana, y ofreciéndo- se a nuestro paso la nación de los indios gentiles llamados Guaraúnos, que habitan en los caños y bocas del Orinoco, viviendo bárbaramente sin luz alguna de la fe, y siendo como es de nuestra obligación y ser- • •

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