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MISION DE LOS LLANOS.—CAPITULO XII 177 marse así dicho sitio, y se puso para que lo administrara al P. Pedro de Alcalá. El año 1715 no pudo el P. Marcelino reclutar más que veinte soldados, y salió con ellos a la reducción de los indios gentiles, y habiendo llegado al río Portuguesa, supo pór los exploradores que en unas lagunas que estaban cerca, se halla- ba una gran ranchería con multitud de indios; y considerando el Padre la poca gente que llevaba para reducirlos, caso de que hicieran resistencia, le mandó seis indios de su lengua pa- ra que en nombre del Misionero les hablasen y dijesen que podían venir confiadamente a tratar con él. Aceptaron los indios gentiles la invitación y vinieron a tratar con el P. Marcelino de su reducción, prestándose a ello los indios, con la condición de que habían de poblarse donde ellos quisiesen; habiéndoseles concedido, salieron más de tres- cientos, y se poblaron en San Antonio de Araure; y después de habérseles asistido con todo lo necesario de vestuario, se hu- yeron más de doscientos y los otros pasaron a San Javier. En este mismo tiempo hizo otra entrada e] P. Pedro de Alcalá, con gente y soldados de la ciudad de Guanare, y ha- biendo penetrado en los ríos de Boconó y Masparro, redujo en las riberas del río de Santo Domingo, jurisdicción de la ciudad de Barinas, más de trescientos de nación Achaguas, los que trajo consigo y pobló en la Misión de Cojedes, y antes de un año se fugaron, no quedando más que nueve familias, que compondrían entre todos cuarenta almas. 5. También se introdujo apostólicamente este verano en Los Llanos, a la reducción de indios, el P. Arsenio (le Sevilla, y habiendo llegado al sitio que llaman el Real de la jurisdic- ción de Barinas, redujo gran cantidad de indios infieles, de nación que llamaban Cuquaimas, a los que pobló en dicho si- tio y estuvo algún tiempo doctrinándolos, hasta que, cansados los indios, quisieron matar al Padre varias veces, y no lo eje- cutaron por especial providencia de Dios; por fin, el P. Pre- fecto le mandó retirar e ir a cultivar la Misión de Cojedes. T. 1.—P. 12

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