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16 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA «sido despojados de sus provisiones en los conventos de re- «coletos del Alto Egipto». Sigamos a Humboldt en su veloz carrera por las márge- nes del Orinoco (dos meses y medio muy escasos) y admire- mos una vez más el heroísmo franciscano en su oscura y diu- turnisima labor. El primer fraile con quien topa es el P. Ramón Bueno, el famoso Ministro de Urbana y Tortugas, a quien sus nueve años de misión en el Caura y los otros tantos que pasó entre los abyectos otomacos no le hicieron perder las letras adquiridas: pues mientras medía la playa a sus indios para la cosecha de huevos de arrau y consiguiente fabricación de la manteca, no descuidaba escribir las más curiosas observaciones en su cuadernito, a pesar de todas las molestias del clima y los in- sectos, ni andaba ayuno de datos científicos que proporcionar al gran sabio, que en 7 de junio de 1800 le «dejaba con pena», después de haber disfrutado por dos veces de su cordial aco- gida y amable hospitalidad. Ese cuadernito, o sea, el «Trata- do y Diario» de Fr. Ramón Bueno, el autor (le estas líneas se propone darlo a la estampa. Luego tiene a su disposición, como un guía inapreciable, al P. Bernardo Zea, que le acompaña desde el raudal de Atu- res hasta la Esmeralda y no le abandona sino cuando ya de regreso, libre de todas las dificultades del viaje y bien aper- trechado de datos que los misioneros le proporcionaron, pue- de restituirse al bienestar de la civilización para incluirlos en su famosa obra, mientras los frailes quedaban en sus salvajes asientos «pasando la vida en quejarse del calor y de las pica- das de los mosquitos» y hallando por ende «penoso el ejercicio del entendimiento»! Algo chocante es, en verdad, la manera de apreciar ciertas cosas que manifiesta el Barón de Humboldt, en lo cual se per- cibe más bien la influencia de lecturas y prejuicios, que la im- presión de los hechos en su rapidísima jira por los sitios de que trata. Mientras defiende a los misioneros de la canallesca imputación de un codicioso traficante, parece llevar a mal la conducta de ellos al proteger sus indios contra la rapacidad y