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134 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA vayan con dichos religiosos gerrte española de los pueblos más cerca- nos, y que a los vecinos que se ofrezcan se les remunere la costa y tra- bajo que han de tener en esas entradas, he resuelto: Que los referidos indios apóstatas y fugitivos de las Misiones que se sacaren de nuevo, sirvan a los vecinos de las villas de San Carlos, Guanare y San Sebastián tres días a la semana por espacio de diez años, con la condición de que en los cinco primeros años los manten- gan y vistan y los curen en sus enfermedades, y en los otros cinco les paguen su jornal y trabajo, según la forma que se estipulare en la provincia, para que sean justamente remunerados de su trabajo y lo- gren los indios las conveniencias de ser instruidos e ir aprendiendo nuestra política y costumbres. Siendo del cuidado de los Misioneros enseñarles la doctrina cristiana y vigilar para que se les dé buen trato, advirtiendo que los indios que en éstas y todas las entradas que se hicieren, salieren de su voluntad a poblarse y ser cristianos buenamente, éstos han de que- dar libres como lo mando, sin que se les pueda obligar en los diez años a ningún género de servidumbre ni servicio personal. Pasados los diez años, es mi voluntad que unos y otros indios, ya reducidos y doctrinados, se constituyan en la misma forma que todos los demás indios de la provincia, en cuya conformidad por la pre- sente ordeno y mando, a mi Gobernador y Capitán General (le Cara- cas, que por la parte que a él le toca, dé cumplimiento puntual a esta mi resolución, observándola indispensablemente en la forma referi- da, sin réplica ni embarazo, y en cuanto a lo resuelto en estos puntos, derogo y anulo cualquiera disposición anterior que mande lo contra- rio a lo aquí expresado. Fechado en Madrid, 15 de junio de 1692. —Yo, El Rey. —Por man- dato de Su Majestad, Antonio de Larrea, Secretario". Junto con la copia de la Real Cédula precedente hay una serie de documentos, dirigidos unos al señor Obispo de Ca- racas y otros al Gobernador, todos sobre los mismos temas, deshaciendo en 1692 lo que se había hecho hacia tres años a petición del P. Alesón. Entre las grandes pruebas que sufrieron los Misioneros de Los Llanos, fué ésta quizá la que más los mortificó, por haber tenido origen en uno de los Misioneros y haber sido además apoyada por ambas autoridades de la provincia, y porque afectaba a todos los organismos de la Misión que estu- vo a punto de ser destruida, a no ser por la enérgica actitud y actividad del Padre Ildefonso de Zaragoza, a quien con mu- cho acierto nombraron Procurador en este negocio.

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