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MISION DE LOS LLANOS.—CAPITULO VII 125 de misionar con buenas razones; véase su modo de pensar en este asunto: "La Dula en que el Papa Alejandro VI, concedió a España el de- recho de conquistar la América, implica el uso de las armas para so- meter a los rebeldes, pues de otra manera es imposible apartar aque- llas gentes rudas de sus vicios inveterados; el mismo P. Las Casas partidario decidido de la conquista pacífica fracasó en Cumaná, a pe- sar de los medios y facilidades que se le dieron, y los PP. de la Com- pañía (fC Jesús nada sólido hicieron en el Paraguay hasta que lleva- ron alguna fuerza que se impusiera a los indios. Otro tanto sucedió a los Franciscanos en la reducción de los in- dios del Gran Chaco, que perecieron casi todos los Misioneros a ma- flOS de los indios. Y todavía fué más ruidoso el desastre de la Araucania, donde, por exigencias del P. Valdivia, penetraron solos los Misioneros Fran- ciscanos y Jesuitas, y todos ellos fueron asesinados. Yo bien sé que hubo Misioneros celosísimos que sin ayuda humo- no conquistaron para Dios provincias y reinos enteros, pero esto su- cedió en paises civilizados que tenían ya su religión, aunque fuera falsa, y costumbres más o menos morigeradas, pues sólo se trataba de enseñarles a conocer el verdadero Dios. A tos indios salvajes, sin ninguna cultura ni ideas religiosas, hay que someterlos ayudados de buena escolta (1)". 10. Nuestro P. Ildefonso de Zaragoza, que era el llama- do a ponerlo en práctica, lo reputa también como irrealiza- ble; y para probarlo con argumentos claros y evidentes, nos cuenta lo que sucedió a él mismo dos años antes; dice así: "El año 1688 llegaron a San Carlos unos indios Guay quires que decían venían huyendo (le los Caribes, y que deseaban poblarse en sus tierras, y el Muy Reverendo P. Prefecto, Pablo de Orihuela, me mandó ir a explorar aquellas regiones del Orinoco; salí de San Carlos acompañado solamente de dichos indios desconocidos, y después de diez dios de penoso viaje, llegamos a un paraje que me pareció ser bueno, alto y a propósito para formar un centro y dilatar por allí la Misión con cinco o seis pueblos. Envié a llamar a los indios por medio de los que me acompaña-. basi, y como no venían, fui yo mismo en persona para hablarles, pero' no encontré más que las rancherías desocupadas; los buscamos de una a otra parte, y no pudimos dar con ellos. (1) "Estudios críticos acerco de la Dominación Española en América", por el P. Ricardo Capa, S. J. Tomo II, pág. 14. 2' Edición. Madrid, 1887.

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