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Hermanos en la fe "Si tu hermano comere un pecado, ve y corrígele a solas. Si te hace ca– so habrás ganado a tu hermano pa– ra Dios. Si no te hace caso, toma contigo una o dos personas, para que todo el asunto sea reconocido por dos o tres testigos" (Mt 18, 15). La ley se había convertido para los judíos más sinceros en pesada y opresora. Al fijarse en ios actos externos tan sólo, había sobrecargado la conciencia de los fieles, y había dado paso a la hipocresía. Jesús se empeñó en decir que su Evangelio no era una ley o una letra que había que cumplir a rajatabla, sLq un espíritu, una forma de vida, una actitud que había que adoptar por convencimiento propio. "Ciertamente, h..i. escrito Evely, Jesús quiere que el que escucha su palabra, la ponga en práctica; pero no es un mo– ralista, sino algo mucho más que eso: la presencia y el per– dón de Dios concedido a los hombres. El no nos impone una nueva ley, sino que descubre solamente un conjunto actitudes que son el resultado del don de Dios, del en– tusiasmo por el perdón recibido, del deslumbramiento de su revelación, de la admiración por la presencia del Señor". De esa manera el que acepta a Cristo como Hijo de Dios, ya no se siente obligado por la ley a cumplir sus obligacio– nes religiosas, sino convencido de que darles cabida en la propia existencia es lo más conveniente. Es decir, no obra por obligación o miedo, sino por persuasión. El yugo de Je– sús ~s muy exigente, pero se hace liviano cuando se le acepta con amor. El párrafo de San Mateo que estamos comentando inau– gura una nueva era en las relaciones con el prójimo. No se 92
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