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Cristo sabía muy bien que su Iglesia, presidida por El desde el Padre, necesitaba una cabeza "visible" que la re– gentara en nombre suyo y que fuera a la vez símbolo de la unidad universal de los bautizados. Nosotros somos plenamente conscientes de que el Papa (sucesor de San Pedro) es un hombre limitado, pero esco– gido por Dios para "apacentar" a su Iglesia. Cristo nos ha dado una prueba excepcional de confianza al decir que lo que los apóstoles y sus sucesores atasen en la tierra queda– ría atado en el cielo. No quiere desentenderse de lo que ellos decidan. De hecho, y aún a pesar de haber contado la Iglesia con papas realmente indignos del cargo que les fue conferido, siempre ha salido triunfante y purificada de las pruebas. Y quienes han negado el primado del Papa, como su– cesor de Pedro, han terminado fuera de la Iglesia y en me– dio de la inseguridad de la misma fe. El papel de Pedro y de todos sus sucesores será siempre llevar a feliz término el mandato de Cristo de extender la Iglesia y velar para que se cumpla su Mensaje, adaptándolo convenientemente a las diversas épocas y culturas. Pedro recibe las llaves (símbolo de poder) del Reino de los cie– los para que vele por la salud espiritual de la Iglesia y haga las veces de Cristo entre sus hermanos bautizados. No debemos olvidar que por el bautismo somos incorpo– rados a la Iglesia y, por lo tanto, aceptamos al Papa como sucesor de Pedro. Un católico íntegro tendrá muy presen– tes en su vida las orientaciones del Papa, ya que son las lí– neas que el mismo Cristo confirma para actuar como Igle– sia en medio del mundo. El Papa, en medio de sus fallos como ser humano, es es– cogido emre los sacerdotes más dignos, y su misión es tra– tar de descubrir la voluntad del Señor en cada momento de la historia. Para ello suele asesorarse de peritos y de todos los obispos del mundo. Cuando habla para el pueblo cris– tiano es porque piensa que es su deber hacerlo y expresar la voluntad de Dios. 83

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