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cluso en el instante mismo de su Pasión y Muerte, cuando buscan un refugio por miedo al fracaso y a las iras de los judíos. Tan sólo la presencia de Cristo resucitado fortalece su fe y los hace salir al mundo con valentía para predicar la Palabra. La aplicación realmente decisiva que nosotros debemos sacar de esta pregunta que Cristo hace a sus discípulos ("Y vosotros, ¿ quién decís que soy yo?") es interrogarnos con gran sinceridad: ¿Quién es Cristo para mí? ¿Es simplemen– te un personaje del que he oído hablar favorablemente y he aceptado sin protestar? ¿Soy cristiano porque me bauti– zaron? ¿Doy por supuesto que tengo fe? Ser cristiano es, ante todo, creer en Cristo, aceptarlo co– mo Camino y Verdad en mi vida e imitar su trayectoria de entrega a Dios y a sus hermanos los hombres. Creer en su persona, en su misión, en su plena actualidad, en su actua– ción dentro de la comunidad cristiana, en su presencia en mi vida concreta. Desgraciadamente, la mayor parte de los bautizados se dicen "creyentes" porque asisten a ia iglesia de vez en cuando, sobre todo en épocas señaladas (bautizos, bodas, entierros, semana santa ... ), o porque rezan aiguna oración al santo de su devoción. Otros creen ser poco menos que perfectos porque rezan mucho y cumplen con sus deberes estrictamente. Ninguno es en verdad cristiano si no acepta a Cristo como Dios y guía de su vida. Las manifestaciones externas de la fe tienen sentido únicamente si se hacen co– mo lógica consecuencia de la fe interior, y los rezos fre– cuentes significan algo más que simples palabras vanas cuando tratan de acercarnos a Cristo y al prójimo. Una fe basada en la persona y la obra de Jesús será siem– pre una fe segura y firme. La duda, la frialdad, la indiferen– cia religiosa, tienen su explicación en que la fe se ha basa– do en hechos, ideas o personas cristianas, pero no en Cris– to. Nunca debemos dar por supuesto que tenemos fe. Ni creernos cristianm; porque nos han bautizado. Se es cristia– no cuando personalmente se enfrenta uno a Cristo para aceptarlo o marginarlo de nuestras vidas. 80
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