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Nos parece también conveniente que los que mediten es– tos pasajes del Evangelio lo hag,-n iniciando la reunión con una oración espontánea y algún canto, y la concluyan de igual modo. No es difícil llegar a la oración comunitaria cuando hay compenetración con la Palabra y con los her– manos. Y tampoco es imposible adquirir un libro de cantos apropiado como complemento. Un teólogo latinoamericano decía: "Leer y meditar la Palabra de Dios con asiduidad es como recibir un sacra– mento conscientemente, de cuya eficacia serán pregoneros los que observen el gradual cambio de conducta del cristia– no puesto en contacto vivo con la Palabra".

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