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San Juan nos dice que "al atardecer de la vida seremos examinados en el amor". No serán las leyes las que tenga el Señor en la mano para probar nuestra bondad o inocencia, sino la actitud que hayamos observado para con el El y pa– ra con el prójimo, actitud de egoísmo o de amor y entrega sincera. A través del amor se demuestra si nuestro corazón es, en verdad, sincero. El que no es capaz de amar a los otros (aceptándoles como son, olvidándose de sus defectos y so– lidarizándose con ellos), tampoco podrá amarse a sí mis– mo rectamente. No hará otra cosa que ser esclavo de sus propias ambiciones. Los negocios pueden funcionar perfectamente si son re– gulados por leyes aptas, pero otras empresas necesitan al– go más que leyes para rendir al máximo. Un matrimonio no durará mucho (es más, indica que ya no existe en ver– dad) cuando uno de los esposos, o ambos, se ven precisa– dos a acudir al código o al derecho para dirimir sus obli– gaciones y recompensas. Cuando ya no hay amor, hace su entrada la ley. Un hijo no querrá a sus padres por el simple hecho de que estos le paguen los estudios. Para sentirse hi– jo suyo necesita, probar que le quieren mediante hechos concretos de abnegación y cariño, y no tan sólo cubriendo sus necesidades materiales. Ninguna empresa humana fun– ciona bien sin amor. Cristo sabía perfectamente esto y por eso quiere que su evangelio sea, ante todo, una "ley de amor" y no un con– junto de mandatos fríos que hay que cumplir rutinaria– mente. El quiere purificar, sanear el corazón humano, por– que no ignora que quien "ama de corazón" jamás traicio– nará o hará daño, al menos conscientemente. El cristianis– mo es una doctrina que únicamente será comprendida a la luz del amor, porque Dios es amor y el que ama permane– ce en el Señor. No tenemos que hacer muchos esfuerzos para compren– der que muchos cristianos proceden en todo como verda– deros fariseos, cumpliendo externamente con sus deberes religiosos, pero pensando en su interior de manera muy dis- 77