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20. Lo que mancha al hombre "¿No comprendéis que lo que entra por la boca pasa al vientre y termi– na en la cloaca? Pero lo que sale de la boca procede del corazón, y eso es lo que hace impuro al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios los adulterios, las fornicaciones, los fal– sos testimonios y las blasfemias" (Mt 15, 17). La ley penal castiga a quien la infringe sólo cuando es declarado públicamente culpable. Nada puede hacer si no cuenta con pruebas eficientes. De esa manera es muy fre– cuentemente burlada. La ley de Cristo no es una ley de castigos y premios que regule los actos puramente externos de las personas. Los fariseos tan sólo se afanaban por cumplirla externamente. En repetidas ocasiones los profetas rechazan, en nombre de Dios, los sacrificios y holocaustos externos, porque no pro– ceden de la sinceridad del corazÓ{l. El Señor no quiere que cumplamos con la ley, conside– rándolo a El como un policía implacable. El acepta a quien lo acepta en su corazón y procede en consecuencia. La convicción personal es básica dentro de la moral cristiana y en esto precisamente se distingue el cristianismo de otras religiones sectas o filosofías. Un creyente cristiano debe ser consciente de que no pertenece a una organización donde el cumplir taxativamente con el deber es exigencia prima– ria. Su convencimiento debe llevarlo a saber que ser cristia– no es vivir de una manera concreta las actividades intra- 75
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